Ezequiel, un poeta cubano

Ivett de las mercedes

Ezequiel Rodríguez

HAVANA TIMES – Conocí a Ezequiel Rodríguez en las afueras del café literario de 23 y 12. Parecía atravesar una mala racha.  Meses después lo volví a encontrar en la presentación del segundo número de la revista digital Confluencias, auspiciada por los miembros del taller literario del municipio de Regla.

Él vestía una larga toga negra y como los antiguos juglares recitaba: ¨… pero a veces, solo a veces, en esas horas azules y barridas, cuando ya nadie transita veo alguno como yo, desconfiados, sigilosos, que se parecen a los mismos de siempre, que trabajan, pagan el tributo hacia la estirpe…”

HT: ¿Cuándo te diste cuenta que te gustaba escribir poesía?

Ezequiel Rodríguez: Cuando pequeño no me gustaba leer. Las maestras me obligaban porque tenía un año de atraso en la asignatura de Lectura. Comencé a leer cuando me di cuenta que la forma más rápida para conseguir lo invisible era la literatura, yo buscaba el mundo de los sueños; lo físico representa  para mí una mera ilusión.  La poesía es la necesidad de estar completo, ella trasciende a todos los estados de la física, la sicología, hasta de la magia, si desaparece  el arte el hombre quedaría sin razón de existir.

HT: ¿Y entonces?

ER: Comencé en un taller literario en la Habana Vieja cuando tenía 17 años. Luego pasé por varios hasta que decidí formar parte en uno del municipio de Regla. Los talleres literarios no son lo que uno espera, a veces hay obras con buena calidad, pero no tenemos oportunidad de ver nuestros textos publicados, algunos de los talleristas* podrían ser grandes escritores si tuvieran la oportunidad. Por lo general, con algunas excepciones, los talleres representan una uniformidad de pensamiento. La  misma agitación del día a día hace difícil meditar en la obra de uno u otro y resulta difícil apreciar la calidad de una obra en tan poco tiempo.

HT: ¿Por qué te mantienes en el taller de Regla?

ER: El taller de Regla es un excepción, en casi todos existe un patrón, si no tienes una forma de escribir parecida a la mayoría, entonces no eres buen escritor. Por eso se están escribiendo poemas de un mismo estilo, los pones uno detrás de otro y es lo mismo. El taller de Regla tiene la libertad de encontrar una especie de madurez poética diferente, allí prima lo culto y lo hermético, tenemos una forma muy elevada de literatura, de las contradicciones del lenguaje, y jugamos con las palabras. Hemos logrado resolver nuestras diferencias desde la literatura. Allí olvidamos el mundo y nos planteamos un mundo propio. Lo que fortalece un taller, una revista, un periódico,  es la amistad  literaria, labor titánica y heroica en estos tiempos  de barbarie.

HT: Háblame de la revista Confluencias

ER: Teníamos referencia  de Roberto Manzano, poeta y pedagogo, de lo novedoso que sería crear una revista digital. Somos el segundo grupo que hace una revista; en Santa Clara existe otro grupo llamado Los Gerministas. Llevamos un sentido auténtico a la literatura, proclamamos a toda voz la libertad poética, hay una declaración de uno de los talleristas que dice: “No me dan miedo los lugares comunes”. Queremos hacer público nuestro trabajo. Nos reunimos cada 15 días, al final terminamos hablando de filosofía motivados por un texto o un poema. Nunca hemos querido imponer nuestro criterio, somos justos y tolerantes a la hora de ejercer la crítica. Siempre optamos por el respeto ante la obra de cualquier creador.

HT: ¿Cómo te sientes como ser social?

ER: Yo nací en una familia cristiana y padecí del fanatismo. Personas muy cercanas me decían que cómo era posible que un entorno así no me hubiera afectado como ser humano y como escritor. De una forma u otra llegué a romper con todas las limitaciones que la práctica del cristianismo impone  y alcancé un punto de equilibrio en el cual nada me podía afectar.  Me inserto en la sociedad cuando quiero, entro y salgo, pero no estoy obligado a pagar tributo por ello. En mi opinión, a lo largo del tiempo, el cristianismo ha sido un mecanismo en que muchos escritores han sido engrampados, han sufrido limitaciones, la práctica de la fe es como una red,  si estás fuera de ella no te ves como un ser humano.

Ezequiel Rodríguez en el muelle flotante

HT: ¿Tienes pareja?

ER: No tengo pareja en estos momentos, aunque salgo esporádicamente con alguien. Estuve un tiempo con muchachas a las que les encantaba el reguetón, ellas pensaban que yo era un reguetonero, también estuve con muchachas rockeras, ellas creían que yo lo era. Frecuenté lugares extremadamente llenos de vicios, en aquel tiempo representaba la locura, ahora personifico el equilibrio. Nada me limita, me siento satisfecho y construyo el mundo que quiero a partir de la literatura que es mi vida. Necesito que todo me sorprenda.

HT: Sabemos que es difícil vivir de la poesía. ¿Cómo te ganas el pan?

ER: Estoy en el sector de los peregrinos cuentapropistas, ahora remiendo colchones. Estudié Bibliotecología, profesión que me gusta, pero no es bien remunerada. Ser ayudante de colchoneros es un trabajo que tiene altas y bajas: a veces pagan 150 pesos, a veces 250, a veces no hay trabajo. Entonces  tengo que improvisar de otra manera, generalmente vendo lo que tengo a mano, guardo muchos  libros repetidos para esa labor, trato de conseguir libros vendibles y eso me salva. A veces he tenido que deshacerme de algún ejemplar  querido y eso me resulta  doloroso.

HT: Tus miedos

ER: No conozco el miedo. No le temo  a la muerte, mucho menos a la falta de éxito.  Mi vida ha sido una gran búsqueda que no ha excluido  el sufrimiento.

HT: ¿Vives con tus padres? ¿Ellos te apoyan en tu búsqueda?

ER: Mis padres crecieron  en un sistema repleto de contradicciones, no solo por la política, sino por la sociedad y, como muchos, sufren la siquiatría cubana, es una familia bastante volátil. Con el que más afinidad tengo es con mi primo, que también se ha insertado en la poesía y lucha por romper las cadenas de la fe. En este momento vivo en casa de mis primos, ahí las condiciones son pésimas. Ningún escritor de esta época está enfrentando todo lo que vivo, pero no me es difícil escribir y me resulta un desafío. Tengo que ir a casa de amigos a bañarme y lavar la ropa. Escribo con bolígrafo y en un papel,  después lo paso en la computadora de un amigo cuando él puede.

HT: ¿Has obtenido premios literarios?

ER: Tres premios en talleres municipales, dos premios provinciales, mención en el concurso Pinos Nuevos 2016 y un premio a mejor obra universitaria publicada en Colombia.

HT: ¿Qué crees de la poesía?

ER: Considero que es sensibilidad, se necesita en esta época un reclamo a la heroicidad,  nunca perder nuestros propósitos. Hay muchas señales por descifrar  y el llamado a la convicción literaria es una lucha que nunca termina, todo lo que hacemos tiene un efecto en nosotros y en los demás, descubrirlo es el secreto del éxito y la felicidad.