El uruguayo Luis Miceli Couret, un hombre del Teatro

Helson Hernández

Luis Miceli Couret
Luis Miceli Couret

HAVANA TIMES — Nos dejó en la escena Cubana algunos de sus montajes, y el necesario intercambio entre los artistas latinoamericanos. “El teatro no es ni va a ser nunca un arte de masa,” dijo Luis Miceli Couret in his interview with HT.

HT: ¿Siempre fue un hombre del Teatro?

Luis Miceli: Sí, aunque me acerqué al teatro a través de la literatura. Mi primera intención fue ser dramaturgo y poeta, entonces comencé un taller de ambas especialidades. En determinado momento me dijeron que para poder escribir teatro, debía vincularme a ese mundo, entonces comencé un curso muy elemental en Casa Municipal de Cultura de Montevideo, y desde allí ya no me separé más de él. Era muy jovencito, tenía unos 18 años.

Considero que un hombre de teatro es más que un actor o un director, es una persona que desarrolla una vida en función de su profesión escénica. Para mí los hombres y mujeres de teatro, son aquellos que sostienen al movimiento teatral. Un hombre de teatro, no desempeña su labor solo en el escenario, sino en cada momento de la vida que sea necesario. Su vida está en función de su arte. Es decir, se puede ser actor o director, sin ser un hombre de teatro. Yo, creo que lo soy y lo seré siempre.

HT: ¿Más director o más dramaturgo?

LM: Sin duda que más director. En la dramaturgia he incursionado muy poco, a pesar de que fue lo que me llevó al teatro, pero en la práctica me siento mejor como dirigiendo. Creo que el director cuando además es actor, vive todos los personajes de la pieza y a su vez la unidad de la misma. Uno se siente un poco artífice de un mundo de emociones e imágenes que salen también del actor que llevamos dentro. La actuación es más intrépida, más adrenalínica, necesita de un pié en el abismo, parafraseando al gran maestro brasileño Aderbal Junior. Eso es lo que me gusta de dirigir, pues actuando uno se remite a un solo personaje, es vivir su rol, en cambio en la dirección uno siente que vive todos los roles.

HT: ¿Teatro Abierto de Montevideo?

LM: Bueno, Teatro Abierto de Montevideo, TAM, fue el segundo grupo teatral  que formé, anteriormente hacia 1994, había formado “La Butaca”. El TAM, era un grupo muy joven, integrado por una serie de actores recién egresados de  las diferentes escuelas de teatro de Montevideo y totalmente independiente, es decir, las puestas se solventaban con nuestra producción, sin dejar que nadie se interpusiera entre nosotros y el hecho artístico, cosa que ahora se hace casi imposible en el teatro uruguayo.  Se investigaba, se probaban ideas nuevas, y siempre había un lugar para las propuestas que iban surgiendo, dado que solamente nos manejábamos por nuestra voluntad, no debíamos ningún favor a los mecenas del teatro, que muchas veces terminan decidiendo elencos, decorados o hasta formas de dirección. Guardo en uno de los mejores lugares de mi corazón al TAM y a todos esos compañeros luchadores. Allí había muchos hombres y mujeres de teatro, además de buenos actores.

HT: ¿Cómo surge su vínculo con el teatro cubano?

LM: Bueno, mi vínculo con el teatro cubano surge a través del encuentro con el actor y director Luis Emilio Martínez Hernández, hoy director general de la compañía Teatro Océano de Guanabacoa, en La Habana. En 1999, él me fue presentado por intermedio de una actriz de Teatro Abierto y desde allí conectamos artísticamente. El es un gran actor y un muy buen director, además nos interesan muchos géneros y estilos teatrales en común.

HT: ¿La experiencia de trabajar en la isla?

Luis Miceli Couret
Luis Miceli Couret

LM: Yo tuve dos experiencias en Cuba, la primera en 2002, en el teatro de “La Villa”, en esa ocasión llevamos a escena la pieza del argentino Ariel Barchilón “Los impunes”, fue una experiencia  muy particular, agradezco la libertad con la que trabajé, porque nadie jamás me pidió un libreto, ni realizó la más mínima observación sobre el mismo, pero sentí un poco de falta de apoyo en los rubros técnicos. Los actores trabajaron en una forma estupenda y el resultado fue muy bueno, pero me hubiese gustado un poco más de compromiso de las partes institucionales. En esta última ocasión, a finales del 2013, fue todo lo contrario. Nos retrasó el cambio de obra, ya que yo venía a montar de Bosco Brasil “Nuevas directrices para tiempos de paz” y la comisión artística del grupo cubano “Océano” considero que el texto no sería recibido por el público de la forma que todos esperábamos, entonces en unas pocas horas tuve que traducir del portugués y adaptar la pieza de Yazbek “La tierra prometida”. Quizá hubiese estado bueno que me lo hubiesen hecho saber antes y de esa forma ganar un poco más de tiempo. Pero de todas formas, la experiencia del trabajo con los actores cubanos es muy buena, son muy profesionales  y respetuosos, siempre interesados en aprender y brindar lo mejor de sí.

HT: ¿Se interesa por alguna temática en específico al crear sus obras?

LM: Como decía Augusto Boal: “No hago teatro para distraer distraídos”. Es decir, no siento ni rechazo, ni desprecio ningún tipo de manifestación teatral, pero me intereso por el teatro que hace pensar, por el teatro que mantiene atento al público y que logra que la gente salga hablando de la obra. Si uno sale de ver una puesta preocupado por dónde va a ir a cenar, pues entonces la obra era efímera o de mala calidad. Me gusta ver al público discutir sobre mis propuestas. Sé que no todos los espectadores llegan al hueso del hecho teatral que están presenciado, pero eso es parte del juego. El teatro no es ni va a ser nunca un arte de masas, esa es su idiosincrasia. Por otro lado, yo manejo un concepto particular de diversión. La gente a veces confunde divertirse con reírse, yo creo que divertirse es pasar un rato agradable y entretenido con algo que nos interese. Es decir, no hago un teatro que no deje nada en el público, y cuando digo nada, me refiero al pensamiento.

HT: ¿Alguna conclusión interesante entre hacer teatro en Uruguay y crear en Cuba?

LM: Sí por supuesto. En Uruguay existen dos formas de teatro, el comercial en el cual gobiernan los productores, y el teatro de arte que es un poco más independiente, pero en ambos existe la incertidumbre de la respuesta del público para percibir una retribución económica. Un actor o director uruguayo puede trabajar en un supermercado o en un banco y hacer teatro en sus ratos libres, esa es la realidad de la gran mayoría. Eso hace que el actor o director, cuente con menos tiempo para dedicarse a su labor artística, o en el peor de los casos, que deba dejar su arte en pos de procurar su forma de sustento económico. En Cuba desde ese punto de vista, la cosa es diferente, el actor vive para su arte. Trabaja de eso, más allá del índice salarial y todas esas cosas, pero tiene la gloria de dedicarse por entero a lo que ama, que no es poca cosa.

HT: ¿Una reflexión sobre el Teatro Latinoamericano actual?

LM: El teatro latinoamericano actual está en un camino de revolución. Cada vez se sustituye más la palabra por la acción, hay una sana lucha por dejar de lado el “teatro narrativo”, es decir el cuento en el teatro, para pasar a un teatro que muestre más de lo que cuente. Creo que hay un afán por hacer, que a veces conspira contra la calidad, pero eso lo decanta el tiempo y la receptividad del público. En definitiva, creo que el teatro actual, se está volviendo más inteligente y útil.