“El último país” o la gran epopeya individual

Lynn Cruz

 

HAVANA TIMESEl último país es el más reciente filme de la realizadora Gretel Marín, graduada de la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual Famca. Se mostró este jueves en el Estudio ST, ubicado en Calle E entre 21 y 23, no 504 en el capitalino barrio El Vedado.

Espacio alternativo que suple, en principio, las demandas de los egresados de las escuelas de arte, quienes a falta de lugares, toman por las riendas su presente y futuro profesional dentro de la Isla.

 “Lo que parecía ser un viaje de retorno a mi país en un momento de cambio, acaba por ser un viaje hacia mí misma, entre contradicciones y cuestionamientos en torno a mi identidad como cubana”, expresa Marín en su sinopsis.

En efecto, esta película autorreferencial, con rumbo hacia la semilla, lanza varias preguntas que en algunos casos no encuentran respuestas.

¿Qué es la Patria? ¿Qué significa ser cubano? ¿Quiénes fueron sus abuelos? ¿Quiénes son sus padres? Para alguien que no ha vivido el drama post revolución cubana o post comunista, tal vez suene naif que una mujer que avanza hacia la madurez necesite de un viaje al extranjero para hacerse todas esas interrogantes.

En efecto, y como bien lo expresa Marín en su documental, esos sentimientos estaban dormidos. Su generación, nacida en la década de los noventa, en medio de las ruinas y marcada por la transición, no tiene otra expectativa que emigrar.

Una vez salida al mundo, Marín descubre que es alguien y que lo que pensaba no era único, no es más que la réplica de una sacudida que ocurrió en otra parte. De ese modo el último país para ella no es Cuba, sino su propio ideal de Cuba. La Patria como estado mental, como un anacronismo.

Utiliza como pretexto para iniciar su película, el momento de descongelamiento de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos y que, visto desde fuera para la autora, todo parecía una explosión de libertad y prosperidad.

Sin embargo, los procesos sociales van más lentos. No se puede negar lo que se ha repetido al pueblo durante estos sesenta años. Ya no es tiempo de revoluciones. Se acabaron las utopías. ¿Hacia dónde mirar?

Esta propuesta audiovisual revisa la historia a través de tres generaciones, la suya, la de sus padres y la de sus abuelos. Llena de verdades y contradicciones. Marín pensaba regresar definitivamente a casa, pero, sin saberlo, padece el desarraigo.

Las opciones de supervivencia distan mucho de sus aspiraciones. Entre lágrimas y la más absoluta soledad, se da cuenta de que no podrá quedarse.

Una película intimista, pero que dialoga con la realidad desde sus propios espacios de interacción social: la escuela, la calle, la ciudad.

La nostalgia recuerda a películas como Good Bye Lenin, donde su personaje principal manifiesta: “Qué triste cuando todo cambie, cuando en el fondo no queremos que las cosas cambien”. En su lugar Marín expresa: “Yo sigo siendo una idealista”. De esa forma la autora se despide de un tiempo que solo permanece, en la memoria de sus antecesores y que más allá de sensiblerías lanza un grito generacional sobre la necesidad de participar de manera activa, dentro de la actual sociedad cubana.

La película se estrenó en el World Cinema de Ámsterdam y ha sido seleccionada en los festivales de Málaga y Río de Janeiro.  Esta invitación desde el mundo de los independientes amerita un estreno en los cines de Cuba.

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