El país de las mujeres

por Margaret Randall

HAVANA TIMES – ​​El fascinante y provocativo libro El país de las mujeres, de la poeta y novelista nicaragüense Gioconda Belli, ha estado a la venta, en español, por más de dos años. Fue publicado por el grupo editorial Norma, distribuido ampliamente, y los jueces le otorgaron de manera unánime el prestigioso Premio “La otra orilla” como mejor novela latinoamericana en 2010. El Premio incluye un pago de 100 mil dólares. Se espera que una edición Inglés esté disponible pronto.

Belli llevó su novela al concurso bajo el seudónimo de Viviana Sansón, que también es el nombre de su protagonista. Viviana, como alguien llena de vida, y Sansón en alusión al bíblico Sansón, símbolo de la fuerza.

Otros personajes en EL país de las mujeres también tienen nombres simbólicos. Está Eva Salvatierra, quien vincula a la “primera mujer” del cristianismo con la sobrehumana tarea de salvar la tierra. También hay una Juana de Arco, una heroína para todos los tiempos. El escenario se encuentra en Faguas, un país latinoamericano inventado que hace referencia a las cualidades de esas naciones con las que estamos familiarizadas hoy, pero que logró lo que hasta ahora ha sido imposible en cualquiera de estas, la promoción de plena igualdad de género.

Al comenzar la novela se presenta a Viviana, quien fue elegida recientemente como presidenta de Faguas y está dando un discurso en una concentración por la celebración del Día de la Igualdad en Todas las Áreas. Ella preocupa a su equipo de seguridad, al insistir en realizar todas sus apariciones públicas y dar todos sus discursos no desde algún indiferente balcón o desde algún escenario protegido, sino desde una plataforma redonda en el seno de los electores que la adoran.

Para ella, el círculo es un abrazo. Y los muchos símbolos que aparecen en todo el libro -actos y acciones, así como los nombres- están respaldados por una extensión educativa innovadora, una nueva ley, y otras rupturas con un pasado misógino.

Por supuesto que no todo el mundo en Faguas aprueba que las mujeres sostengan el poder. Viviana es herida por el disparo de alguien que trama el derrocamiento de su gobierno. Ella es llevada a un hospital donde permanece entre la vida y la muerte, en un territorio poblado por objetos olvidados o que fueron dejados de lado durante su vida hasta ese momento. A través de esos objetos, así como de entrevistas con personas de diferentes ámbitos sociales y de documentos de la época, Belli cuenta una historia apócrifa, pero memorable.

La novela se lee como un misterio bien acompasado. La prosa es ligera, pero elocuente. Me atrevería a decir que la mayoría que cojan el libro es sus manos no dejarán de leerlo hasta que hayan terminado la última página. Antes de darnos cuenta estamos inmersos en un mundo de justicia imparcial completamente posible en nuestro tiempo, pero que generalmente se cree imposible, simplemente porque nadie ha tenido el valor o la visión para lograrla.

Han existido presidentas en nuestro mundo contemporáneo, incluso en varios países de América Latina. Llegan a la mente Christina Fernández en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, y la recientemente reelecta Michelle Bachelet en Chile. En la propia Nicaragua, Violeta Barrios de Chamorro derrotó a Daniel Ortega en las elecciones presidenciales de 1990. Chamorro fue una figura decorativa, mientras que Fernández, Rousseff y Bachelet, aunque progresistas, difícilmente pueden ser consideradas como promotoras de la igualdad verdadera entre los géneros.

En otros países de Latinoamérica, como Uruguay y Bolivia, tenemos administraciones progresistas muy interesantes que han habilitado a la mujer y a otros grupos marginados, pero están muy lejos del mundo de fantasía que Belli describe.

Aunque no es una novela histórica, El país de las mujeres tiene sus orígenes en acontecimientos históricos. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), derrocó la dinastía Somoza de su país en 1979 y gobernó durante una década. El conmovedor proyecto, construido como se hacen todos esos proyectos, con inmenso sacrificio y no menos inmensa esperanza, prometió mucho. Logró algunas de las cosas prometidas, pero como mismo ocurrió en otros lugares también incumplió muchas de sus metas.

Margaret Randall. Foto: lajiribilla.cu

La corrupción interna, combinada con la intensa presión de Estados Unidos dio lugar a lo que se conoce en la historia como la Guerra de los contras. Los sandinistas fueron echados del poder en 1990 por el voto. A pesar de la nomenclatura, el gobierno que existe en Nicaragua actualmente se parece muy poco a los sandinistas de la década de 1970 y principios de 1980.

Gioconda Belli fue un miembro de alto nivel del FSLN. En el texto El país bajo mi piel: una memoria de amor y de guerra ella escribió de forma conmovedora sobre su papel y sobre aquellos años. A mediados de la década sandinista, ella y un número de otras feministas nicaragüenses –la mayoría de ellas también eran sandinistas y sus horizontes se habían ampliado por los objetivos declarados de su partido, pero sus esperanzas de igualdad real fueron destruidas por los hombres junto a los cuales lucharon- comenzaron a reunirse para hablar de lo que estaban viviendo.

En 1986 algunas de estas mujeres formaron el Partido de la Izquierda Erótica (PIE) con una plataforma que especificaba los cambios políticos que traería la igualdad no solo a las mujeres, sino a todos los pueblos marginados.

El verdadero PIE estuvo compuesto por algunas de las mujeres más brillantes y capaces de Nicaragua en una variedad de campos. Salieron a la vista del público principalmente en respuesta a la abrumadora campaña presidencial machista de Daniel Ortega en 1989, campaña en la que él se describía a sí mismo como un “gallo con cuchillo ennavajado”.

El PIE nunca tuvo la intención de llevar su propia campaña política hasta el final, más bien esperaba poner los problemas de las féminas y de las familias en la agenda. Semanas antes de realizarse las elecciones del 25 de Febrero de 1990, lanzó todo su peso detrás de los sandinistas. Pero no sin haber llamado la atención sobre una serie de temas ignorados por los tradicionales políticos masculinos.

Las miembros del PIE histórico eran abogadas, como Milú Vargas, pensadoras como Sofía Montenegro, y poetas como Gioconda Belli. Incluso antes de salir al público con su propio partido político, ellas se las arreglaron para influir en los acontecimientos de cierta manera. Vargas, quien encabezó el esfuerzo para formular una nueva Constitución, tuvo éxito en la promoción de la igualdad de género como valor constitucional. En la Constitución de 1987, al menos diez artículos mencionan de manera específica los derechos de las mujeres, en comparación con ninguna en la Constitución de 1974.

El PIE como partido no sobrevivió a la década de las ‘90. Sin embargo es evidente que fue una experiencia que dejó una huella indeleble en la vida política de Nicaragua. Ahora, una década más tarde, reaparece en forma de ficción en esta novela provocadora.

Hay personas que nutren su visión del mundo leyendo la prensa internacional y absorbiendo y analizando un mosaico de ideas, fuerzas, eventos y las personas que las ejemplifican. Otros van a la literatura para entender su tiempo y lugar. Estos últimos, especialmente, apreciarán El país de las mujeres, por la realidad y los sueños que refleja.