El fusilamiento de la ciudad de La Habana

Por Vicente Morín Aguado  

HAVANA TIMES – En los años “50” del siglo pasado era usual que quiénes vivían en los barrios periféricos de la ciudad, cuando iban a Centro Habana o La Habana Vieja dijeran: ¡vámonos de compra pa’ La Habana!

Se dirigían hacia una impresionante aglomeración de tiendas surtidas con todo lo humanamente posible de aquellos tiempos. Actualmente sobreviven las edificaciones, subutilizadas o en ruinas, testigos de un pasado donde paredes y calles hablan por sí mismas.

Una ojeada a la esquina de Galiano—Ave. De Italia—y San Rafael, guarda los vestigios de la capital cubana tal y como era antes de su fusilamiento. En las cuatro esquinas existían enormes tiendas por departamentos: Flogar, hoy apenas hay ventas en el primer piso y el mezzanine; Variedades Galiano, antiguo Ten Cent de la cadena Woolworh, propietaria en nuestro país de otros 7 establecimientos similares; Fin de Siglo, cerrada por reparaciones; y El Encanto, víctima de un sabotaje, voraz incendio que la destruyó en 1961.

Estos almacenes ocupaban miles de metros cuadrados, generalmente cuatro plantas, emulando en productos y técnicas comerciales con sus similares de entonces en Estados Unidos.

Galiano y San Rafael

¿Fidel Castro salvó a nuestro país de la bancarrota? La revolución cubana se muestra atípica al valorar ciertas tesis leninistas pues el socialismo no llegó a la isla a consecuencia de una crisis generalizada. Vista hace fe, seguimos andando La Habana.

El camino es la calle de San Rafael, en reparaciones desde hace una década por las buenas intenciones de crear un boulevard aún a medio terminar; de buenas intenciones, dicen, está empedrado el camino del infierno. Asistimos a una serie ininterrumpida de comercios, hoy en ruinas o subutilizados, los de mejor vista remodelados al convertirlos en tiendas recaudadoras de divisas (TRD), sin que por ello sus ofertas se acerquen a las de setenta años atrás.

El panorama hacia 1955 era muy diferente: Electrodomésticos de última generación en Giralt, relojes suizos Longines y Omega, en las vidrieras de Cuervo y Sobrino y Bared, en tanto J. Vallés ofrecía un surtido de ropas con opciones de crédito aprovechadas por la mayoría de los clientes. Se agregan en larga lista Belinda Modas, Tiendas de discos—fonogramas—Puchito, Kubaney y Columbia, sin faltar los servicios de una óptica moderna en El Telescopio.

Los Precios Fijos y el fin de los tranvias

La última cuadra rumbo al parque central está ocupada por dos edificaciones emblemáticas de la capital cubana, el Hotel Inglaterra, monumento Nacional y el complejo teatral Alicia Alonso, maravilla arquitectónica iniciativa de la sociedad gallega de La Habana. Estamos en el Paseo del Prado,  caminamos hacia el Capitolio, terminando en la calzada de Monte, cuyo nombre oficial recuerda al General en Jefe del Ejército Libertador, el dominicano Máximo Gómez Báez.

La calle Monte es una larga arteria que en la época colonial conectaba la ciudad intramuros con los campos circundantes, comienza frente a la Plaza de las Ursulinas y llega hasta la intersección con Infanta, en la llamada Esquina de Tejas. A partir de allí se convierte en Calzada del Cerro, a su vez conectada con la Calle 26 en Nuevo Vedado, donde continúa bajo el nombre de Avenida 51 o Calzada de Puentes Grandes, antes Calzada Real de Marianao, y después alcanza la Carretera Central directo a Pinar del Río.

La Nueva Isla

Fernando Pruna Bertot—82 años— cuenta sus impresiones juveniles de los esplendores de tan importante vía de tránsito habanera:

Era impresionante la zona de la calle Monte desde Zulueta hasta Cuatro Caminos, donde todo prácticamente eran negocios, al comienzo desde la plaza de Las Ursulinas en La Habana Vieja, la gran tienda La Sortija, recuerdo las peleterías Casa Fraga y El Cadete; la impresionante tienda Isla de Cuba, el que fuera lujoso Hotel Isla de Cuba; Los Precios Fijos; La Isla; La Nueva Isla; El Gallo; la cuchillería La Sin Rival; las múltiples mueblerías, entre ellas La Casa Mimbre; La Defensa; la famosa Casa de los Tres Quilos   y por supuesto el Woolworths o Ten Cents de Monte.

Los portales eran famosos porque allí siempre había decenas de vendedores ambulantes y kioscos que ofrecían de todo, desde pollitos con las plumas de colores, jicoteas pequeñas, manzanas acarameladas, hasta la profusión de miles de juguetes en las jornadas anteriores al Día de los Reyes Magos, alcanzando su máximo movimiento en época de navidad o el día de los enamorados o el de las madres.

Monte y águila, a la derecha La peleteria casa Fraga

Ahora tampoco faltan los vendedores ambulantes, la modalidad es cuánto de insólito reúnen en sus ofertas, una misma persona suele mostrar papel sanitario, un paquete de caramelos y hasta bolígrafos, en fin, se vende lo que aparece, sin discriminar géneros.

Muchos locales están cerrados por derrumbes o reparaciones de larga data, otros son las conocidas “trapichopis”, combinación ingeniosa de trapo, pedazo de tela usada y Shop, tienda en inglés. Estos sitios venden ropa reciclada y mercancías artesanales de mediana calidad.

Muchas habitaciones fueron secuestradas al comercio en los años iniciales revolucionarios, convertidas en viviendas, hoy vuelven a ser pequeños comercios por cuenta propia, aprovechando sus dueños la ventaja de la puerta frente a una calle tan concurrida.

Próxima a los 500 años de su fundación, el milagro del ave Fénix debiera ser el mejor regalo para La Habana.

Vicente Morín Aguado: [email protected]

One thought on “El fusilamiento de la ciudad de La Habana

  • Reina la decadencia, el lujo, la variedad forman parte de una historia del pasado. No hay una organización en cuanto a la situación de los locales y la mercancia. Lo mismo vemos una tienda en cuc, que una donde venden en moneda nacional, una al lado de otra. El bulevar no se termina nunca de reparar, quitan piso, ponen piso, y quien paga todos los materiales desperdiciados? No hay control. Lo mas feo del mundo son las tiendas de monte, lugar de por sí de calles deplorables. Aunque la mayoria de las tiendas dejan mucho que desear, por sus precios exhorbitantes y la mala oferta, ropas pasadas de moda, fuera de temporada, de mala confección y calidad, una lista interminable, algo que hace que el mercado negro florezca.

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