El fin de la excepción
Francisco Castro
HAVANA TIMES — En la Historia de Cuba —de apenas medio milenio—, un carácter ha estado asomando la cabeza de hito en hito, entre el silencio y el susurro, para tomar aire y volver a sumergirse en los entretelones de un escenario adverso. Y desde las sombras, ha puesto un granito de arena en la conformación de la nacionalidad cubana. El ser homosexual.
La historia oficial ha omitido por completo la presencia del ser homosexual cubano en el desarrollo de los acontecimientos nacionales. Tanto es así, que hoy no podemos hablar de un verdadero movimiento homosexual, a pesar de los intentos aislados —y por tanto inconexos aunque no del todo ineficientes— por visibilizar un pensamiento no heteronormativo, como sí ocurre en países latinoamericanos como Chile, México y Argentina.
El arte, con su característica irreverencia, está a la vanguardia de estos intentos. Y a la vanguardia de las manifestaciones artísticas se encuentran la literatura y la plástica. Ambas han tenido un desarrollo irregular en general, y específicamente en lo referido al tema homo, como corresponde en un país que en su esencia subyace, no ya lo irregular, sino lo paradójico.
Ese desarrollo irregular ha dado lugar, en lo que concierne a las artes plásticas, a una exposición colectiva llevada a cabo entre el 18 de enero y el 28 de febrero de 2013, en una de las galerías más prestigiosas de La Habana, La Acacia, ubicada en una zona altamente turística de la ciudad, y por tanto, centro donde convergen muchas de las variadas tribus urbanas que interactúan en los submundos de la Capital cubana.
El título de la exposición es ya una provocación al público, como lo fue la convocatoria que hizo su curador, Píter Ortega, a los artistas que participan en esta. SEX IN THE CITY nos recuerda, en primer lugar, la serie norteamericana de HBO, Sex and the city (1998-2004), en su carácter de antropología sexual. La serie es una crónica sobre las aventuras sexuales de cuatro mujeres en Nueva York, y analiza conceptos como el del ser moderno femenino.
En el caso de la exposición, se explora el homoerotismo en el arte cubano actual, específicamente en su manifestación urbana. 32 piezas de 25 artistas conforman la exposición, en la que se mezclan la pintura, la fotografía y el video, e interactúan artistas consagrados y noveles, algunos de los cuales nunca habían trabajado el tema.
Creo que no está de más decir que, a la entrada de la galería, un cartel nos advierte: “La exposición contiene imágenes que pueden dañar su sensibilidad. Apto para mayores de 18 años.”
El arte es irreverente, y actúa en la sensibilidad de diferentes formas. El que consume arte sabe, de antemano, que cualquier cosa es posible cuando se expone a su influjo, pero ciertamente cualquier cosa que conlleva a la gratificación, al enriquecimiento espiritual. Arte más homoerotismo es, entonces, una mezcla explosiva. Pero no hay que temer. Esta explosión no mata hombres: les muestra un camino.
Creo que el objetivo de una muestra como SEX IN THE CITY es sencillamente epatar. Sí, porque somos animales de isla: estamos aislados. Es la maldita circunstancia del agua por todas partes[1], agua que nos llega al pecho, y amenaza con seguir subiendo hasta taparnos por completo, y eliminarnos.
Estamos llenos de prejuicios, de lagunas de conocimientos, lejos de todo y de todos, cerrados al mundo, encerrados en nuestros propios miedos, y en los ajenos. Compartimos los miedos, y los multiplicamos. Y tanto subdesarrollo nos hace ir por la vida ciegos y dando trompicones. Somos, entonces, muy impresionables, tristemente ingenuos, absurdamente tontos. Es nuestro karma.
El objetivo, entonces, lo alcanza. Y es bueno que algo como esto suceda. Tenemos muchos años de atraso. Y para cambiar eso hay que dar el primer paso, y el segundo, y el tercero… Por mucho tiempo hemos intentado andar en este sentido. Se han dado muchos primeros pasos. Se han logrado muchas cosas, y hay personas que han hecho de esta lucha un objetivo esencial en sus vidas.
Pero no es suficiente. Algo falla, algo no se está haciendo como se debe. Por alguna razón los homosexuales cubanos no se sienten representados propiamente. Todavía hoy, Cuba es un país hostil para los homosexuales, desde todo punto de vista. Y esta hostilidad necesita ser eliminada en su base: la sociedad.
Para causar verdadero impacto en la sociedad, hay que trabajar en la constancia. No se puede dejar enfriar el tema. No podemos acordarnos una sola vez al año de que existen los homosexuales, porque se celebra el día mundial de la lucha contra la homofobia. No puede ser el arte el único que constantemente abogue por la visibilidad y el reconocimiento de las personas que aman a los de su mismo sexo. Esto no puede continuar siendo un susurro. Hay que convertirlo en voz —en grito.
No creo en paños tibios. Las revoluciones no se hacen con caricias. La Revolución cubana no pidió permiso para desarrollarse. Actuó directamente en base a resolver un problema que afectaba a la inmensa mayoría de la población, en detrimento de otros.
La homofobia es un problema. Es una violación de los derechos humanos, es un delito. Por tanto, hay que luchar contra la homofobia, porque hace daño tanto a los que son víctimas de ella como a los que la practican.
Nadie va a salir herido en la lucha contra la homofobia. Esta es una guerra en la que todos salen ganando. Por tanto, es justo que se lance una revolución para lograr este objetivo. Tanto en Cuba como en todo el mundo. Sin pedir permiso. Sin paños tibios.
SEX IN THE CITY tiene que ser, en el panorama cubano, la regla, no la excepción.
Cuba —y donde dije Cuba digo los cubanos—, tiene que ganarse, otra vez, el título de la tierra más hermosa. Este lugar excepcional, tiene que encontrar otra vez el camino de la maravilla. Creo que ahora mismo está lejos de atinarlo. Los vientos no están precisamente a su favor. Pero donde fuego hubo, cenizas quedan, y esta exposición ha demostrado que la llama no está del todo apagada.
Nunca como ahora, ha sido más necesaria la libertad, y Cuba tiene suficiente experiencia en su búsqueda. El lema, entonces, debe ser no bajar los brazos. El objetivo: reescribir la historia.
[1] Virgilo Piñera : « La isla en peso », en La isla en peso. Ed. Unión. La Habana, Cuba, 2011.
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