El cantante cubano William Vivanco

Puente Musical desde Cuba (*)

Osmel Almaguer

William Vivanco. Foto: Yandi Fragela

HAVANA TIMES, 18 mayo — Músico santiaguero que comenzó a conocerse a principios del milenio, atrapando con su música, en nuestro país, tanto a niños como a jóvenes y no tan jóvenes.  Su origen y juventud lo llevan a hacer una música pegajosa y llena de frescura en la que se mezclan varios ritmos latinoamericanos y caribeños con esencias anglo, como el rap y el blues.

Canta los temas que compone mientras toca la guitarra acompañado de su banda o en solitario, en sus presentaciones por todo el país y fuera del mismo.

Las letras de sus canciones son agudas y osadas.  Vivanco no permanece ajeno a su realidad, pero utiliza, como dice el refrán: “un cascabel en la punta del látigo.” Ha grabado los discos Lo tengo tó pensao (Fusión, 2002) y La isla milagrosa (Fusión, 2006) y El Mundo Esta Cambia’o, 2009.

Cimarrón”  CD Lo tengo tó pensao

Soy el cimarrón de la lejanía, tengo mi sazón, mi filosofía, pero por el salto de sus ojos blancos tendré que volver y me la llevaré, arriba, arriba, arriba, arriba, arriba, arriba, arriba, arriba.

Yo ofrendo la palma y le hago señales, rituales del alma que me reconocen, y ella bien se alegra cuando le ilumino el monte.

Me aprendí el lenguaje del cocuyo grande y aunque haya tormenta ya todos lo saben: haremos el amor con luces naturales: (aaah…).

Le guardé el arroyo de las campanillas, resané la cueva, quité filtración, marqué tu territorio, me crecí en la manigua y de los pelícanos aprendí canción: (pdrlala lalalalalá… lo tengo tó pensao,  pdrlala lalalalalá…).

Soy el cimarrón y tengo la idea.  Hoy hay titingó, temblor y batey.  Si los rancheadores beben y se alegran, esta noche, esta noche, puede ser: (pdrlala lalalalalá… lo tengo tó pensao,  pdrlala lalalalalá…).

William Vivanco. Foto: Yandi Fragela

Cuando Vivanco apareció en el panorama musical cubano a principios de los 2000, lo hizo con esta canción y significó un éxito rotundo.  Todos en la calle tarareábamos esa suerte de “canto antifonal” que el autor coloca entre estrofa y estrofa.

Lo vi por vez primera en un espacio musical que pasaban cada domingo al mediodía, en el que a veces se presentaban músicos talentosos pero a veces no.  La originalidad en la mezcla de ingredientes que componen este tema hizo que grabara su nombre y en efecto, tiempo después comenzamos a escucharlo de manera más seguida, con una obra que no bajó el listón colocado por el “Cimarrón.”

La fusión es evidente.  Vivanco forma parte de una generación de jóvenes músicos que, sobretodo desde Santiago de Cuba (pienso en lo que hacía también el dúo Postrova), se nutrieron de múltiples influencias y le insuflaron a los ritmos orientales y caribeños otros elementos, lejanos tal vez en tiempo y en espacio, pero afines e interesantes a la luz de esta época posmoderna.

Así, el ajiaco del Cimarrón contiene reggae, música renacentista, timbres y voces que nos remiten a la música negra norteamericana, y tal vez hasta guajira.  La letra se encuentra igualmente impregnada de elementos afrocubanos, religiosos, naturales, para componer una historia que no solo constituye una hermosa parábola de la fuga esclava, sino también una filosofía alrededor de este fenómeno, un ideal de escape.

La canción se erige en una especie de llamado a la cimarronería, porque cada artista dialoga con su generación e interactúa con los problemas propios de su sociedad, y a los que Vivanco hace alusión son, sin ánimo de llover sobre mojado, bien conocidos por casi todos.

La historia que cuenta la letra es la de un cimarrón que regresa al barracón en busca de su pareja, para guiarla en la fuga.  Este esclavo libre ha logrado un grado máximo de integración a la naturaleza, así como un alto nivel de espiritualidad.

William Vivanco. Foto: Yandi Fragela

Arriba, arriba, arriba, arriba están las lomas, a donde se fugan los esclavos, pero también está lo alto, lo espiritual, y no descuidemos que esta espiritualidad está impregnada de una tremenda carga de hedonismo, por lo que la propia fuga es una suerte de acto amatorio ¿amor a qué o a quién?, en el que el hombre guía.

Pero esta fuga está todavía en la mente del sujeto, aún no ha llegado la noche, protectora, que arroje su manto ebrio sobre los rancheadores (perseguidores de cimarrones a sueldo).  La fuga está en la mente del esclavo libre, pero este, en vez de monte, podría estar pensando en atravesar el mar, y el palenque podría no estar simplemente detrás de las lomas más cercanas, sino muchas millas náuticas más allá.

(*) El Puente Musical desde Cuba: Este material es parte de una serie con el fin de promover la comunicación entre la gente de las diversas regiones del planeta.      Estaré utilizando una narración sencilla para hacer llegar al público interesado el mensaje que trasmiten esas canciones cubanas que por su escaso potencial comercial y las dificultades que supone su traducción, a veces permanecen en un estancamiento comunicacional, a pesar de ser verdaderas joyas de la cultura cubana.

 

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