El asesinato de los ocho estudiantes en Cuba en una película

 Irina Pino

HAVANA TIMES – Inocencia, el nuevo filme cubano, ahora en cartelera, está basado en la tragedia de los ocho estudiantes de Medicina, asesinados en 1871.

Ganadora del Premio de la Popularidad en el 40 Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, su director, Alejandro Gil, es un cineasta que ha apostado por los temas históricos en La Emboscada, y el documental Piensa en mí, sobre la correspondencia de María Mantilla con José Martí. Además de La Pared y Extravíos, ambos de ficción.

El argumento de la película cuenta cómo unos jóvenes fueron acusados de un delito inexistente, y las represalias que siguieron.

Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, José de Marcos y Medina, Juan Pascual Rodríguez y Alonso Álvarez de la Campa, fueron sometidos a dos juicios por profanar la tumba de Gonzalo de Castañón.

Por medio de un sorteo, se escogieron a cuatro estudiantes más, y los ocho fueron fusilados el 27 de noviembre. El restante alumnado del curso de Medicina cumplió penas de cuatro a seis años de prisión.

La falsa acusación, el brutal asesinato, fue un ajuste de cuentas, una venganza del cuerpo de voluntarios del ejército español. Castañón, muerto años atrás, había sido un periodista y vocero de un suplemento que denigraba a los cubanos exiliados en Cayo Hueso, Estados Unidos, lugar donde fue baleado a manos de un criollo.

En aquellos momentos Cuba era colonia de España; las columnas de Máximo Gómez y Calixto García libraban batallas en pos de rescatar la libertad de la nación. Por esa razón el ejército extranjero tomaba represalias y aterrorizaba la ciudad, eliminando a cuanto criollo resultara sospechoso de infidencia.

Gil construye el largometraje en tramas paralelas: la primera desde la perspectiva de Fermín Valdés Domínguez, uno de aquellos estudiantes, médico y amigo de José Martí, que luego de 16 años sigue las pistas del lugar de enterramiento de sus compañeros, cuyo paradero es desconocido; la otra es la cronología del suceso.

Resulta una curiosidad el levantamiento de los Abakuá para liberar a los presidiarios en el momento en que iban a ser ejecutados. ¿Verdad o leyenda? Lo cierto es que en mi época de estudiante nunca vi reflejado ese hecho en los libros de texto.

Habría que revisar el libro 27 de noviembre, escrito por Fermín Valdés Domínguez, con múltiples ediciones, la última en 1969, que, a mi entender, debiera tener una edición crítica para el conocimiento de los interesados.

El largometraje es de tempo lento, sin embargo, no aburre ni es panfletario. La ficción y la historia conviven y se complementan. Uno de los mayores logros artísticos es la fotografía, de luces opacas y tonos sepias, que reflejan una época. Hubo un estudio cuidadoso en la dirección de arte, porque no parece una cinta hecha de cartón, sino todo lo contrario. La banda sonora tiene un carácter emotivo y de gran belleza.

Se escogieron locaciones del casco histórico que contaron con la aprobación del historiador de la ciudad, a quien va dedicado el filme. Los actores que representan a los estudiantes tienen un desempeño fresco.

Mientras veía escenas terribles y tristes, escuché llantos, ecos de dolor,  palabras de indignación. Me di cuenta de que aún existe un público que se conmueve y gusta de un cine alejado de las producciones intrascendentes.

Pienso que es esencial ver ese pedazo de nuestra historia, pero también sirve de reflexión para saber hasta dónde pueden actuar con impunidad las fuerzas del poder.