Cine cubano: sinceridad, rencores y algo más

Por Irina Echarry   Photos: Juan Suárez

img_5628HAVANA TIMES— Desde el día 8, todos hacen la misma pregunta: ¿qué has visto en el Festival? En las calles, las colas o dentro del cine, los conocidos y los que se ven por vez primera, establecen una comunión que solo se vive en diciembre, durante los días del Festival de Cine.

Y, como siempre sucede, las películas cubanas generan mucho público. La gente acude a ver su realidad reflejada en la pantalla grande; muchas veces lo consiguen, aunque no siempre les guste la manera en que se enfoca.

Los temas fundamentales de algunas cintas del patio versan, de manera general, sobre la emigración y sus costos, las promesas no cumplidas, la pérdida de esperanzas y la falta de expectativas. Si viéramos al menos tres de ellas el mismo día, pudiera parecer que son la misma película, filmada en diferentes momentos e interpretada por distintas generaciones. Sería un buen ejercicio para pensar en el futuro de Cuba.  Me refiero a El Techo, de Patricia Ramos; Sharing Stella, de Kiki Álvarez; y Ya no es antes, de Léster Hamlet.

Las tres intentan seducir partiendo de un presupuesto de veracidad: son personas que miran de frente, que conversan con el amigo que está detrás de la cámara o al lado,  y con quien se sinceran; hablan con la jerga que se escucha ahora mismo en la calle; se sienten ahogadas en un presente que no vislumbra muchas alternativas. En cada una, los jóvenes que son o los que fueron, resultan personas cercanas, enfrentando los problemas cotidianos que afectan a la mayoría de los cubanos.

Ya no es antes, nos muestra a una pareja de adultos destruida por la vida y la separación; desgarrada por el sufrimiento, que recuerdan sus años de noviazgo y de juventud, a la vez que se recriminan por acciones pasadas y dejan aflorar el amor que aún se tienen.  Entre gratos momentos de humor y otros de exagerado patetismo, con actuaciones brillantes, la noche que dura la cinta se torna interminable.

Esteban y Mayra han estado 40 años sin verse, sin saber uno del otro, necesitan tiempo para desahogarse, para que cada uno suelte sus miserias, cual una competencia de congojas, el que más ha sufrido será el vencedor. Pero resulta que los dos quedan empatados -la que se fue y el que se quedó-, ambos han tenido una vida que no decidieron, que no pudieron amoldar a sus deseos, de contratiempos e incertidumbres, de añoranzas y desencantos. El recuerdo de cuando eran jóvenes y felices, es una constante en su reencuentro y es lo que finalmente los une.

Venedores en frente uno de los cines.
Venedores en frente uno de los cines.

En el caso de Sharing Stella, la búsqueda de una actriz para el personaje de Stella, en una posible versión de Un tranvía llamado deseo, es solo un pretexto para escarbar en los deseos de una parte de la juventud. Coincidiendo con el trascendental anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y EE.UU., en diciembre de 2014, los actores entrevistados se debaten entre irse o no del país detrás de la persona que aman o quedarse o no a trabajar con las pocas opciones que les ofrece su lugar de nacimiento. Mientras deciden sus vidas, nada mejor que seleccionar las diez cosas que les causan más placer. Una amalgama de banalidades y atisbos de crisis existencial, un juego con el fuerte contraste entre la importancia de la noticia del momento y la frivolidad que emana de algunos jóvenes. Con intención o no, el director capta muy bien la divergencia que existe entre el discurso oficial y la vida cotidiana.

La azotea como espacio de libertad restringida pudiera ser un símbolo en El Techo; es un lugar abierto, sin embargo, allí los adolescentes permanecen sumidos en la modorra y la cotidianidad, encerrados en su propio presente sin perspectivas. No hay padres o madres represivas, no hay tareas urgentes que cumplir. Lo que los mueve es pasar el tiempo, soñar y hacer algo juntos. Y esa es la mejor parte: un proyecto común. No importa que salga mal como la pizzería Sicilia Valdés que inventan en la azotea, no importa que uno de los amigos se distancie unos kilómetros  o unas millas, si siguen unidos espiritualmente. Lo que verdaderamente cuenta es la acción, es reconocerte en tu entorno, discernir lo positivo y transformar lo otro; saber cuánto somos capaces de crear aún en las peores condiciones.

Mi recomendación es la siguiente: si quiere ver estas pelis el mismo día y no morir de angustia, ni pensar que el mundo es una basura, hágalo en este orden que describí: Ya no es antes, Sharing Stella, El techo. Así no se quedará con el sabor amargo de que no tenemos remedio, que la juventud cubana está “atrapada y sin salida” y que los adultos no fueron mejores porque su juventud fue también una mierda.

Sí, esa es una lectura, pero no se deje llevar solo por la poesía del arte. La emigración también tiene otra cara: la de la gente orgullosa de haber escogido su vida; la soledad puede ser constructiva además de desgarradora; los problemas son parte de la vida, ayudan a la creatividad, generan cambios personales y sociales.

Es un buen momento para quitarnos el traje de víctimas, mandar a la autocompasión a dar un paseo bien largo. Está en nuestras manos no terminar derrumbados; no dejar que nos asfixien, no ser más carne de cañón.

Hay que soltar quejas y lamentos, las catarsis ayudan a desahogarnos, pero necesitamos un cine de lucha, de acciones. Si decidimos irnos, pues que sea para bien, y si decidimos quedarnos -o no podemos salir-, que la estancia no sea motivo de rencor, sino de fuerza. No basta resistir, hay que luchar por un presente mejor, por un país sin odio, por un planeta sin fronteras. La culpa de todo la tienen las fronteras, decía un amigo, pero está en nuestras manos ir más allá.

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5 thoughts on “Cine cubano: sinceridad, rencores y algo más

  • Es mis tiempos en Cuba, como profesional fui acreditado al Festival de Cine en muchísimas ocasiones. No sé si las fotos no fueron tomadas en el momento adecuado, pero; en épocas pasadas de este evento; la animación del público y las súper colas para ver cualquier pelícual eran muhco más multitudinarias en casi todos los cines. Por las instantámeas, parece un día normalito en un cine cualquiera. De no estar enunciado en los carteles que se celebra el festival, ni me diera cuenta.

  • He pasado varias veces en diferentes horarios por la cines y ya no se hacen las colas inmensas como años atrás.

  • Ya hasta eso se ha perdido, el amor al cine, mi madre me cuenta como los pobres iban al cine todos los domingos, y nosotros nos criamos entre cines, íbamos al cine todos los chicos de la cuadra con sus mamás y me acuerdo de las colas en ese Alameda, igual que en el Mara y otro que había al lado. So, para ser el festival de cine era para que se viera más el gentío, especialmente en un país con tan pocas opciones, que no sea el cumbancheo de la timba., Y eso es lo que pasa, que la gente que consume estos eventos como se supone que sea un tan rimbombante anunciado “Festival de Cine en La Habana”, es muy reducida.

  • Irina:
    Gracias por darnos tu perspectiva tan abarcadora de las películas cubanas, que siempre son las más polémicas, por lo mismo que tú dices, y confirmo que hubo colas kilométricas en el Yara y en el Chaplin, porque yo las hice, aunque en los demás cines no. El cine cubano me ha decepcionado, pero algunas cosas se salvan, aunque la realidad no cabe en una película.
    Debemos a unir a los dos países en un solo. Restaurar a nuestras familias, cada vez más desmembradas.
    Saludos de Irina II

  • En mi juventud ir al cine en Cuba era un rito semanal, a veces hasta de dos veces por semana. ahora me imagino que entre el paquete y la mediocridad que ha invadido la vida intelectual del cubano, no quede mucho espacio para ir al cine a pensar. Aún en Cuba fui a ver Suite Habana de Fernando Pérez y el Yaa estaba lleno. El problema es que las películas cubanas reflejan la realidad pero no profundizan en sus causas. Fulanita se fue, pero no se debate el por quéClarom la película no podría salir si aborda esa parte del asunto. Por menos que eso algunas han sido prohibidas

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