Carnavales en Mayarí, Holguin 2017

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES — Del 7 al 9 de julio se celebraron en la ciudad de Mayarí los carnavales o las “fiestas populares”, como también se les llama. Ese es un evento muy trascendental para la población, porque es la más asequible oportunidad de diversión en todo el año.

Tradicionalmente se celebraban en mayo, pero por ser un mes muy lluvioso siempre se dañaba el festejo. Este año se trasladaron para julio y efectivamente, aunque se nubló amenazantemente, no llovió. Se rompió así un mito centenario que afirmaba que “en Mayarí no había carnaval sin agua”.

Las calles principales, Leyte Vidal, Martí y Céspedes, se llenaron de quioscos y termos de cerveza. A su alrededor la gente baila, bebe y come desmedidamente al compás de una música estrepitosa.

El bullicio enorme y la alegría contagiosa. Todos contentos, tropezando por la muchedumbre acumulada. ¡Felices! Los problemas cotidianos quedan atrás. Todo carísimo, pero la gente inventa y consigue dinero. Se consume mucho. Después del lunes, con la vida real, vienen los lamentos. La etapa pos carnaval es bien apretada.

Comerciantes de toda la región oriental van de pueblo en pueblo, de carnaval en carnaval. De Santiago hay muchos. Venden jarras para la cerveza, manzanas, confituras, flores, ¡de todo! El Gobierno redobla los impuestos. El pueblo paga precios mayores que de costumbre.

Los aparatos de los niños son inmensos y muy rústicos. Hechos en talleres improvisados sin control de nadie. Hay pocos accidentes para el descuido que tienen, pero siempre es un riesgo. Tarea difícil evitar que los niños monten: se vuelven como locos por la experiencia. ¡Hay que arriesgarse! Por suerte, hay castillos inflables y algunos son menos peligrosos en caso de accidente.

Ponen música grabada. También tocan los grupos musicales. Vienen de todo el país y son contratados para las diferentes áreas. La plaza cultural del centro de la ciudad es la principal, pero también están Los Pinos, El Cocal, Los Munenes y La Salida. Son los puntos de concentración de la fiesta. Los cocheros multiplican el precio del pasaje, al igual que los bicitaxis. Pero este año fue mejor para el pueblo, porque muchos inspectores velaban por el precio oficial y pusieron multas.

Llamó la atención que hubo menos concurrencia que de costumbre. Los cuentapropistas se quejaban de poca rentabilidad. Incluso se esperaba más participación de la gente por coincidir con las vacaciones de verano. Queda investigar las causas.

A pesar de todo fue un oasis de alegría en medio de una vida monótona, rutinaria, sacrificada y sin progreso. Sin duda un alivio para el estrés. Es bueno ver al pueblo divertirse, alegre y entusiasmado, al menos por tres días. Pero ya volvimos a nuestra realidad y cuesta recuperarse de los gastos. ¡Ahora, hasta el otro carnaval!