Alfredo Velázquez, maestro bailarín, asesinado en Guantánamo
Rosa Martinez
HAVANA TIMES — Este post debería estar relacionado con un hecho sangriento ocurrido en la ciudad de Guantánamo durante el verano, que no fueron pocos, específicamente en el carnaval que es el momento en el que ocurren la mayor cantidad de incidentes y muertes.
Debería ser una historia de barrio, de una mujer acostumbrada a ser maltratada y que finalmente es asesinada, de un padre que asesina a su hijo o de un ajuste de cuentas.
Yo debería estar hablando sobre la violencia doméstica que se incrementa en el planeta y Cuba no es la excepción.
Pero no es así. Guantánamo amaneció el sábado con una nueva tragedia, pero esta vez no era un personaje común. Por lo menos no común y corriente como usted y como yo. El Guaso se enlutó por la muerte de un hijo ilustre, laureado bailarín, y reconocido director, coreógrafo y maestro.
La noticia recorrió la ciudad de un extremo a otro. Muchos no lo aceptábamos, no solo por tratarse de quien recibiera el Premio Guamo, reconocimiento que otorga la UNEAC a la contribución más sobresaliente a la cultura guantanamera, de quien fue Premio Nacional de Danza Lorna Burdsall, y obtuvo la Distinción por la Cultura Cubana y la Nicolás Guillén, sino por lo funesto del hecho.
Comenzaron las especulaciones: llevaba varios días muertos, lo hicieron picadillo, lo decapitaron, fue un crimen pasional, lo mataron en medio de un robo. Lo cierto es que Alfredo Velázquez, el director de la compañía Danza Libre, fue degollado durante la noche del jueves y encontrado en su casa dos días después.
En la radio guantanamera se leyeron bellas crónicas sobre su próspera carrera y vida personal. Sus estudiantes lo despidieron con danzas, cantos y llantos. Las autoridades y otras personalidades de la cultura del patio también estuvieron allí para reconocer al gran maestro que fue. Su pueblo lo despidió con dolor por la horrorosa tragedia.
Rosa:
Es curioso que el caso Alfredo Velázquez ponga sobre el tapete nuevamente un modus operandi bastante cercano al que siguieron los homicidas del actor Miguel Navarro y del director de TV Roberto Garriga. Lo fatal es que se sigue esquinando con un manto de silencio la violencia sorda que se acuna en el sector gay de la sociedad cubana. Todo por salvar la cara.