Réquiem de Mozart en la Catedral de La Habana

Fotos por Irina Pino

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – En mi memoria aún perdura Amadeus, aquel filme de Milos Forman que fue un éxito y conquistó varios premios Oscar.

Si bien la historia de la rivalidad entre Salieri y Mozart es basada en una obra teatral, es un hecho que en la cultura existen seres mediocres que triunfan, mientras los genios se quedan en el anonimato o trascienden luego de marcharse de este mundo.

Aunque había escuchado discos de música clásica, en esa peli lo oí por primera vez.  Años más tarde una amiga me lo copió en un casete de audio. También lo tengo en video. Pero prefiero escucharlo mientras escribo.

¡Sorpresa! Un amigo, cantante lírico, me aviso que el pasado 15 de abril, se estrenaba el Réquiem de Wolfgang Amadeus Mozart en la Catedral de la Habana. Él iba a estar en el coro.

Este es un proyecto de intercambio entre el Lyceum Mozartiano de La Habana y el Balthasar Neumann Chord y Ensemble. Su conductor sería el alemán Thomas Hengelbrock. El programa incluía la Sinfonía no. 13 y el Salmo no. 43, de  Mendelssohn.

La celebración es por el mes de la cultura europea en Cuba. Son jornadas de música sacra que ha organizado el Centro Félix Varela.

Estaba loca por ver eso. Después de almorzar, salí temprano. Tomé un taxi de los almendrones, que ahora con la crisis de combustible cuesta entre 100 y 150 CUP (horario diurno), y partí hacia la Habana Vieja.

Caminé por la calle Obispo hasta la Plaza de Armas y me senté en un banco. Allí últimamente hay músicos callejeros amenizando para ganarse unos billetes, pues con frecuencia pasan grupos de turistas y les dejan dinero.

Me senté al lado de un trompetista. Que por cierto, me tenía mareada, porque repetía a cada rato las melodías de El Padrino y La vida en rosa. Sin embargo, tres veces, unos extranjeros le echaron euros y dólares en una cajita.

A las seis llegué a la Plaza de la Catedral y me ubiqué en la entrada de la iglesia. Ya la gente estaba marcando como si fuera la cola del pan. Personas vestidas elegantes comenzaron a aparecer, mujeres ataviadas con tacones por ese suelo empedrado. En fin, creo que yo era la más práctica, con mi sencillo atuendo y un par de tenis.

Hablé con alguien para sentarme delante y filmar mejor. Sin embargo, me pusieron en una silla lateral. Tenía los ejecutantes de espaldas. Los asientos delanteros estaban reservados para invitados.

Aún en esas condiciones, hice videos, no muy largos. Cuando se me estaba acabando la carga, tuve que parar. También tomé unas cuantas fotografías.

No sé si fue la conexión entre la magnificencia del templo, con su rica ornamentación, las figuras de los santos, el acople perfecto entre los músicos y el coro, pero me sentí detenida en el siglo XVIII, en que fue escrita la obra. Percibí el espíritu de Mozart, aquella luz blanca con sus sombras. Una vibración íntima, sanadora, a pesar de la carga de tristeza que emana de esta música.

Todas sus melodías hacen germinar sensaciones. El poder de su perfección es avasallador. En mi libro de poemas De los escalones para abajo, le dedico este texto:

“Travieso y endeudado, el más joven trabajador solo puede ser el primero. ¡Oh Mozart! ¿Por qué no echas una blasfemia contra ti mismo? Sabes que te amo. ¡Cómo no amarte si vuelas sobre todos los árboles como un gran pájaro, que invoca a la gente a oír tus piezas, tus pulidas estructuras libres de rastreros y asesinos! Ese caudal te llevó al infortunio, te hundió aún más en la fosa, pero resurgiste en medio de un Réquiem escrito para ti, fruto perfecto al alcance de la mano”.

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Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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One thought on “Réquiem de Mozart en la Catedral de La Habana

  • Irina, muy refrescante tu crónica. No sé si en algún momento te dije que tengo ese poemario tuyo.

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