Pequeños momentos que cuentan

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Son los pequeños momentos los que pueden darnos un poco de verdadera felicidad. Cada semana, invariablemente, se repiten en mi vida. Ya no se trata de subir las escaleras y escuchar la risa o el gorjeo de una bebita.

Los años pasan de prisa y ahora es la vista de su figura adolescente que me abraza y me recibe sonriente. Entonces, cuando siento su olor y acaricio su pelo y la beso y siento sus brazos como enredadera sobre mi cuello, recuerdo ese poema de José Martí, “Brazos fragantes”.

Pero esta vez, la sonrisa, junto al abrazo prolongado de siempre, carece de su expresión juguetona. Le pregunto y no ha desayunado. No hay leche y el malogrado pan de cada día no se hizo por falta de harina. El hambre es un azote que se multiplica cuando eres adolescente, tu madre se va a trabajar y tienes que permanecer dentro de casa en vacaciones escolares.

Ya sé que debo conseguirle leche, de momento salimos a buscar algo y consigo una bolsa de pan que venden los particulares a 180 pesos. Por suerte poseo cierta liquidez a pesar de la llamada “bancarización”.

Continuamos por la calle y pasamos por el Coppelia. Como es habitual está cerrado, no hay helados. No hay donde ir, no hay opciones, aunque la prensa te hable de un verano con amor. La última y casi única opción son las tiendas en moneda convertible, las únicas que están medianamente surtidas.

Allí regresan los pequeños momentos pero no de felicidad. Estos son de ira reprimida, de un impulso antisocial por quemarlo todo, arrasar con cada tienda del demonio donde te venden productos en una moneda que no es la de tu salario, donde encuentras golosinas a precios inalcanzables para los hijos de esa mayoría de cubanos que no recibe dólares porque sus familiares no emigraron a esos países de los que siempre te enseñaron que los trabajadores son explotados por un capitalismo deshumanizante.

Lo que más me irrita es la indiferencia de la gente. Supongo que reciben dólares desde el exterior y no les importa nada ni ser tratados como rehenes mantenidos en este “sálvese quien pueda”. Quizás les sucede como a mí y al igual que yo intentan mantener la serenidad o cambian el foco para no mortificarse.

Encontramos un pote de helado a siete dólares magnéticos con 20 centavos, el equivalente a más de 1500 pesos cubanos (la mitad de un salario mensual y el monto total de la jubilación para muchos ancianos). Como no soy un hombre de FE (familiares en el extranjero), economizo cada puto dólar que cae en mi bolsillo, pero ahora debo cerrar los ojos porque mi hija que casi nunca me pide ni reclama merece ese gusto.

Nos sentamos en un sitio discreto, lo disfruta y mientras observo su expresión satisfecha me invade un sentimiento agridulce, me pregunto cuántos niños en Cuba carecen de estas golosinas. Al menos mi hija ahora se siente feliz y eso me reconforta, aunque este momento haya tenido que comprarse con moneda extranjera.

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

2 thoughts on “Pequeños momentos que cuentan

  • Comprar en las tiendas de MLC es una humillación, y una estafa, pero es lo único que tienen 11 millones de náufragos en una isla desierta. Con 7 dólares en muchos países se compran 2 litros de helado, pero bueno, compraste felicidad con dinero y eso es infinitamente mejor que gastarlo en medicinas.

  • Así es Tito, gracias por seguir mis crónicas

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