Odalis, la costurera del barrio
Por Laura Gómez
HAVANA TIMES – Buscar quién se encargue de arreglar alguna pieza de ropa es algo muy común para algunos cubanos de a pie, aunque muchas veces los altos precios y la demora en los servicios son limitantes. Odalis, de 56 años, es una costurera que me recomendaron para el arreglo de unos pantalones. En su cuarto hay bultos de ropa en los lugares menos pensados, como la propia Singer vieja que tiene que despejar para poder coser.
No te fijes en el reguero, me dice, aunque es imposible no hacerlo.
Yo creo que todas las costureras son iguales, ¿o no?
No sé, no se puede generalizar. Las que conozco sí tienen la casa llena de bultos. Soy costurera y modelista, aunque prefiero la costura y el bordado. Tengo moldes guardados de cuando trabajé en El Quitrín, el Centro de Desarrollo Artesanal Industrial, son moldes para todas las tallas. Sin embargo, apenas los utilizo, ser modelista lleva mucho tiempo y la vorágine del día a día no me permite hacer una pieza nueva. Sin contar lo difícil que me resulta conseguir las telas, solo las venden en MLC. Hay muchos clientes que me traen los materiales pero prefiero la costura, es más sencilla, lo que sí se acumula mucha ropa de los clientes y también algunas que la gente ya no quiere y me las traen por si puedo aprovecharlas en algo.
¿Cómo empezaste en la costura?
Mis primeros pasos fueron aquí en mi casa. Mi madre tenía una máquina de coser marca UNION y tuve la dicha de hacer modelos de ropa que veía en las revistas. De niña fantaseaba con ser una buena costurera y tener mi propia marca de ropa. Cuando terminé mis estudios de Técnico Medio en Economía, una amiga me avisó de un curso en Quitrín. Al año era una de las más aventajadas. Allí aprendí a confeccionar ropas tradicionales cubanas con un toque de modernidad. Había mucha competencia y apenas había tiempo para socializar. En aquel momento el salario era muy bueno porque estábamos vinculadas a la producción. Recuerdo las máquinas de coser, sus sonidos al unísono, las cosedoras con la vista fija en la puntadas. Fueron tiempos muy buenos.
¿Actualmente sigues ahí?
No. Eso fue hace años. Tuve muchos problemas a la vez y decidí dejar el trabajo. No solo por las situaciones personales, sino porque el periodo especial fue un proceso difícil para todos. Mis llegadas tardes por la situación del transporte y otros problemas familiares me limitaron. Recuerdo que me convertí en una atleta de la velocidad. A veces me montaba en cualquier guagua sin saber para dónde iba, otras iba caminando de la Habana Vieja hasta Cojímar, solo cruzaba el túnel en el ciclobus. Grandes distancias.
¿Qué otros problemas tuviste para dejar el trabajo?
Mi madre enfermó. Ella trabajaba de cocinera en una escuela primaria. Tuvo un accidente de trabajo y no se recuperó. Se le afectó la cervical y de ahí fue en retroceso hasta que falleció. Mi hermano se enfermó de los nervios. Mi única esperanza era la costura porque podía hacerla desde casa.
¿Tuviste apoyo de algún miembro de tu familia?
El único apoyo que tuve fue Néstor, un amigo que venía a casa todos los días. El roce, mi carencia y mi soledad hicieron que él fuera en esos momentos no solo mi apoyo emocional, sino que se convirtiera en mi pareja. La noticia de mi embarazo no la asumió como yo esperaba, pero aún, así me preparé para aceptar el papel de madre soltera. Gracias a la costura y al bordado pude hacerle toda la canastilla al niño. Hemos pasado mucho trabajo durante muchos años, él creció con carencias, pero no me arrepiento, es mi bendición.
¿Cómo asumiste y asumes la responsabilidad de ser madre soltera?
Fue y es muy difícil. En estos tiempos la juventud quiere lucir bien, tener todo lo bueno, lo último y él sabe que es imposible. También se están viviendo momentos de mucha violencia, de vicios, de escasez, hay que estar muy pendientes con los jóvenes. Cuando terminó la secundaria me comentó que quería ser bombero y conocer a su padre y le respeté su decisión, las madres siempre quieren lo mejor para sus hijos.
No le gusta recibir regaños o consejos, típico de los adolescentes. Cuando me ve llorando por alguna razón, no sabe qué hacer para consolarme. Cuánto quisiera darle lo mejor, pero son tiempos difíciles. He trabajado en cafeterías y pequeñas tiendas. En la última me iba bien, pero tuve que irme porque el dueño empezó a acosarme, lo hacía casi delante de la esposa que trabajaba con nosotros. Más allá de lo desagradable que resultaba, era una bomba de tiempo. Y me fui. Volví a la costura.
Coméntame del tiempo que le dedicas a la costura. ¿Escuchas música mientras trabajas?
Como ves, en mi casa no hay televisor ni radio. Muchas veces le pregunto la hora a la vecina y ella me actualiza de las noticias. Noto que he ido en retroceso. No funciono como antes. Tengo muchos bultos de ropas de clientes de hace casi cuatro años, a lo mejor ya no están ni en el país o me dejaron por incorregible. Hay ropas que ni siquiera me acuerdo quiénes son los dueños. Lo que más hago es arreglo en los uniformes escolares, paños para la cocina, tapetes y las ropas que me dejan ya pagadas. Cuando comenzó la pandemia vendí muchos nasobucos y aunque fueron años duros tenía un dinerito todos los días. Hay días que me levanto con deseos de coser, animada, finalizo varias piezas, pero otros que hasta me molesta el sonido del pedal de la máquina. Me alimento muy poco, trato de guardar lo mínimo que consigo para cuando viene el niño que está pasando el servicio militar.
¿Consideras que este oficio de costurera puede desaparecer?
No lo creo. Las máquinas de coser modernas tienen muchas más operaciones y eso ayuda a ahorrar tiempo y sobre todo esfuerzo. Siempre existirán costureras porque siempre habrá ropas para vestir, como siempre existirán los zapateros para los zapatos.
¿Cómo consigues los materiales?
Son muy difíciles de conseguir. Hay tiendas en MLC que los venden, pero a un precio muy alto y lo que yo pido por los trabajos que termino es muy poco: 100 pesos (unos 30 centavos de dólar) por cada pieza que arreglo. Ahora la mayor parte de mi trabajo consiste en remendar, hacer dobladillos, quitar de ancho a la ropa. No me gusta abusar de los clientes porque sé cómo está la situación y lo que las personas ganan se va en la comida. A pesar de todo tengo reserva de hilos, agujas y elástico para cuando haga falta. Mi hermano me afila las tijeras y es un problema menos. La máquina de coser marca SINGER sustituyó la UNION que tenía mi madre, porque se le oxidó la manivela y me costaba mucho trabajo accionar el pedal.
¿Con una máquina moderna te sentirías más motivada?
Claro que sí. Las máquinas de coser antiguas son muy buenas, están construidas con materiales de alta calidad, pero también están más limitadas, no son capaces de coser telas pesadas, por ejemplo. Las modernas, la mayoría son de plástico y aleaciones de metal muy fáciles de manipular. Me gustaría tener una de pedal eléctrico, con diseños de puntadas, hilos de todos los colores, también un cuarto donde haya música y perchas donde colocar la ropa de los clientes. Pero también me gustaría tener mucho dinero para darle a mi hijo todo lo necesario. Te aseguro que fuera la costurera más feliz de la Habana.