La diferencia de un cero se siente en el bolsillo
Por Kamil Kenders
HAVANA TIMES – Muchos son los temas que golpean al pueblo cubano desde hace años: comida, transporte, salud, educación, en fin, la lista es larga. En los últimos tiempos la situación ha empeorado, sobre todo, después de la pandemia por COVID 19.
Siempre fui de las que esperaba un transporte público, porque cuesta mucho ganar dinero para luego pagar 100 o 150 pesos cubanos en un taxi (es mucho, si tenemos en cuenta el salario del cubano de a pie). Desdichadamente me he visto obligada a dejar parte del salario a “los boteros” (taxistas) porque literalmente es imposible montarse en un ómnibus.
Hace apenas unos días, era el cumpleaños de una amiga y quise visitarla. Salía del Vedado y ya iba preparada psicológica y monetariamente para gastar dinero en un carro, pues no tenía deseos de amargarme el día y mucho menos de recibir apretones, empujones y pisotones en un transporte público.
Así que, tras un tiempo de espera, finalmente se detuvo un taxi y al preguntarle por el costo, milagrosamente me dijo que eran 100 pesos. Debía hacer un trasbordo, pues por esa zona no pasa ningún carro directo al destino final que llevaba, sin embargo, decidí preguntarle al chofer “cuánto me cobraría” si me hacía el viaje completo y me dijo que mil. La diferencia de un cero se siente en el bolsillo; por ende, le dije que solo iría hasta “La Ceguera”, (así llamamos los cubanos al hospital oftalmológico, que en realidad se llama Pando Ferrer) este es el punto medio donde debía quedarme para luego buscar otra opción que me llevara hasta Altahabana.
El chofer, comenzó a hablar, quizás porque es un hombre conversador o simplemente quería informarme de lo que ya es casi un hecho “la subida de los pasajes”. Sus palabras fueron muy claras y como él, deben pensar todos los taxistas particulares de este país: “A mí sí que no importa que suban el precio del combustible 5 o 10 veces, las mismas veces subiré yo el precio del pasaje”. Yo no le hice mucho caso, ¿para qué buscarme otro disgusto? o lo que es peor, caer en una controversia con alguien que, a fin de cuentas, también está para resolver su problema.
Simplemente le dije: “lo más probable, es que muchas personas no puedan pagar el pasaje”. A lo que él respondió: “Yo tengo mis clientes fijos, ya le pagué a alguien para que me haga la cola del combustible, porque yo no la hago”. Y bien por él, quien tiene dinero, ahora tendrá más, eso queda claro; y, los que tienen menos pues seguirán sufriendo las consecuencias de todas estas subidas de precios y de la inflación.
Llegué a la “Ceguera” y me dispuse a coger otro carro para ver si podía llegar y ver a mi amiga. El regreso fue más complicado, pues, la mitad del camino la hice a pie. Y lo mejor es que me vaya acostumbrando, porque no creo que mi bolsillo ni el de un gran por ciento de la población aguante tanto.
La culpa no la tiene el botero, por supuesto que subirá el precio del pasaje, y el precio de todos los productos y servicios. Cuando sube el precio del combustible se afecta toda la cadena, es más caro transportar las mercancías, los productos del agro, y hasta la visita de un plomero que llames para un arreglo. Lo normal es que los salarios suban acorde a la inflación, pero eso a su vez genera más inflación si no se contiene el gasto público. En fin, es un círculo vicioso del que ese gobierno no sabe, no quiere, o no puede salir.