Idalia, Ian, Elsa, Pinar no respira

Una pareja permanece afuera de su casa en una zona inundada de Batabano, Cuba.
Foto: AFP vía Getty

Por Francisco Acevedo

HAVANA TIMES – En este siglo ninguna provincia de Cuba ha sufrido más los embates climáticos que Pinar del Río, que la semana pasada se vio afectada por el paso del huracán Idalia, con precipitaciones que sobrepasaron los 200 milímetros, penetraciones del mar y otros efectos colaterales.

La más occidental de las provincias cubanas parece tener un imán para los fenómenos meteorológicos, porque de los últimos que han afectado la isla, muy pocos se quedaron en la zona oriental y central, todos los demás han pasado por diferentes puntos o bordeando Pinar: Ian en 2022, Ida y Elsa en 2021, Laura en 2020, Ike y Gustav en 2008, Alberto en 2006, Dennis y Wilma en 2005, Iván y Charley en 2004, Lili en 2002 y un largo etcétera.

Lejos de resolverse los problemas que dejó el anterior, llega uno nuevo y sigue aumentando el número de damnificados, que suman miles solamente en esta zona al parecer maldita para los sucesos atmosféricos.

En esta ocasión, todas las inundaciones provocaron pérdidas de recursos, tanto agrícolas como civiles, el territorio completo estuvo casi toda la semana sin servicio eléctrico, y todavía hay zonas donde no se ha podido restablecer. Afectaciones similares tuvo el servicio telefónico, fijo y celular, y la conectividad, también durante varios días,

Es bueno decir que Idalia no tocó tierra cubana, si llega a atravesar en serio el desastre hubiera sido peor, con muchos más pueblos incomunicados y más problemas. No fue solo Pinar, también sufrió los embates de Idalia la contigua Artemisa, a cientos de kilómetros más al Este.

Por cierto, trascendió que el Gobierno de nuestro entrañable Miguel Díaz-Canel, que por esos días soltaba disparates de todo tipo en la gira por África, en español y en inglés, negó el permiso al avión cazahuracanes de Estados Unidos para sobrevolar el espacio aéreo marítimo de la isla. Es algo que normalmente se hace para recabar datos sobre los fenómenos meteorológicos y poder así mejorar los pronósticos y la estrategia para enfrentar un ciclón.

Con la propia Cuba hay intercambio de información científica a cada rato, como ha reconocido en más de una ocasión el principal meteorólogo del país, José Rubiera. Por supuesto, aquí interviene la paranoia de la Guerra Fría y dirán que ese avión puede ser un pretexto para espiarnos. Bueno, mejor no uso el colectivo aquí porque a mí no hay nada que espiarme, espiarlos a ellos y sus objetivos estratégicos.

Como pasa casi siempre cuando hay ciclones, al terminar su paso no hay víctimas mortales (esto es lo que se le debe reconocer a la Defensa Civil, que evacua en tiempo, forzado si hace falta, pero nadie muere casi nunca), pero si pasara por La Habana no estaría tan seguro, porque sin huracanes en la capital a cada rato se cae un balcón o un techo después de una llovizna medianamente intensa, porque un alto por ciento de la ciudad está en peligro de derrumbe.

Es el efecto del otro huracán, que afecta Cuba desde hace más de medio siglo y no quiere abandonar el territorio nacional. El presupuesto estatal se ha concentrado más en infraestructura hotelera y el fondo habitacional depende de los esfuerzos económicos de los propios ciudadanos, que en la mayoría de los casos no pueden asumir lo que lleva la gran mayoría de las construcciones en la capital, que es demolición y reconstrucción.

Pero si no se dedica lo necesario a hospitales y salud pública en general, qué se puede esperar de la vivienda.

Lo peor es que nada garantiza que no sigan sucediendo tragedias, que cualquier persona caminando tranquilamente por una calle de La Habana muera aplastada por un balcón o un edificio que cae, especialmente después que hay lluvias, como ocurre prácticamente a diario en esta época del año. Manuel Marrero está para otras cosas.

A miles de kilómetros de distancia en estos días se divulgaron imágenes de jóvenes cubanos, casi niños aunque hayan cumplido la mayoría de edad, con toda la inmadurez que se puede esperar de ellos, que, presas del desencanto, firmaron contratos para supuestamente ir a Rusia para apoyar en labores constructivas en zonas afectadas por la guerra con Ucrania.

De entrada, firmaron los documentos sin saber lo que decían, porque estaban en ruso; luego cuando llegan allá les retiran sus documentos y los tienen de ciudad en ciudad haciéndoles pruebas, pero sin designarles ninguna tarea y mucho menos pagarles. Es la viva imagen del desespero de la juventud cubana, que se aferra a un clavo ardiendo con tal de salir del país en busca de otros horizontes, aunque en este caso sean muy inciertos, e incluso peligrosos, porque en zona de guerra cualquier cosa puede pasar.

Hablando de Rusia, se conoció también sobre una demanda de la fábrica automotriz Ural contra el Gobierno cubano. Según ellos aquí se quejan de que los vehículos no funcionan, pero los utilizan y los siguen adquiriendo, por lo que le reclaman unos 25 millones de euros por incumplir con los pagos relacionados con un contrato firmado en 2018, en el que está involucrada la empresa cubana importadora TecnoImport, el Banco de Comercio y otra corporación estatal.

En estas mismas páginas advertimos que Rusia no sería la salvadora de la dictadura, porque ya entramos en el ámbito de los negocios y los empresarios de ese país no creen ya en ideologías, por mucha simpatía que les puedan tener. Aquí se trata de dinero constante y sonante, hay que cumplir los compromisos o prepararse para un juicio millonario.

La época en que nos condonaban las deudas pasó, ahora cada contrato que se firma hay que respaldarlo con seriedad, porque además es prácticamente el único aliado que les queda. Vimos recientemente también una demanda proveniente de China, así que se seguirán cerrando puertas y ya no tendrán para dónde virarse.

El huracán gubernamental que ha estado estacionario por décadas se debilita y ahora es tormenta tropical, pero sigue provocando daños sin que haya podido recuperar lo afectado 20 años atrás.

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