El día que se perdió la patria
Por Javier Herrera
HAVANA TIMES – El martes 8 de enero de 1959 entraba en La Habana Fidel Castro Ruz, al frente de la “Caravana de la Libertad”, que en la práctica fue el principio del fin de la libertad de Cuba. Un nutrido grupo de hombres mal vestidos con trajes militares verde-olivo, con las armas en ristre, barbudos, a bordo de jeeps y camiones eran aclamados como héroes por un pueblo enardecido.
La entrada de Fidel Castro a La Habana ponía fin a más de dos años de cruenta guerra civil donde los rebeldes atacaban al régimen tanto con actos terroristas y asesinatos selectivos como con acciones propiamente militares. El régimen golpista instaurado por Fulgencio Batista ripostaba a su vez con una feroz represión dentro de la cual se obviaban cualquier derecho humano o a la vida.
El pueblo, cansado de la triste situación que atravesaba la isla, depositó toda su esperanza en el triunfante “Movimiento 26 de Julio”, nombre oficial del grupo insurrecto liderado por Fidel. La entrada a La Habana resulto impresionante, un mar de pueblo se lanzó a las calles a recibir a los épicos barbudos que llegaban cargados de promesas de paz y prosperidad para la joven república que había visto interrumpido su devenir democrático.
Fidel Castro, un populista y carismático líder, le dijo al pueblo lo que ese pueblo deseaba escuchar. Con más promesas que balas en la mochila Fidel se dirigió al pueblo y le endulzó el oído con promesas de redención social, paz, alfabetización, educación universal gratis, medicina gratuita, democracia y elecciones en 6 meses… y podría pasar horas refiriendo lo prometido que en su mayoría no se cumplió o se diluyó en futuras acciones del nuevo régimen impuesto por el mismo Fidel.
Ese 8 de enero el pueblo entregó los destinos de la patria en manos del ególatra que triunfó sobre el régimen anterior y ese mismo día comenzó a perderse la patria. En discursos posteriores Fidel fue traicionando paulatinamente cada una de sus promesas, pero el pueblo aún confiaba en él, esperanzado en una vida mejor. Se fueron atacando cada uno de los sectores sociales que el régimen naciente creía que pudiera ser un peligro para su hegemonía.
Poco a poco el poder se fue acumulando en las manos del nuevo dictador hasta finalmente quedar anulada cualquier libertad de expresión, económica, social, democrática, política o de cualquier índole. La palabra de Fidel se volvió sagrada y con un verbo agudo y altisonante arrastró al pueblo, mediante un sistema de terror y promesas, a comulgar con el socialismo y el comunismo internacional, ideologías ajenas al pensamiento político económico cubano.
La entrada de Fidel Castro en la Habana representó el fin de un régimen golpista y el surgimiento de uno aún peor que ha llevado al país a guerras ajenas, a crisis constantes, a la diáspora, al desarraigo, a la desesperanza, a ser un pueblo paria.
Los herederos de la dictadura más longeva del hemisferio occidental hoy se empeñan en celebrar la entrada triunfal de su líder a la capital del país. Sin importar la situación social que se esté viviendo o las paupérrimas condiciones en las que vegeta el pueblo, la dictadura año tras año rememora el fatal acontecimiento realizando una caravana con jóvenes del Partido Comunista de Cuba, de la Union de Jóvenes Comunistas y algún que otro veterano de la gesta que a duras penas sobrevive con más medallas que alimentos.
Este año no fue la excepción y participaron en el acto conmemorativo el primer secretario del Comité Central del Partido y presidente cubano, Miguel Díaz-Canel; el presidente del Parlamento y del Consejo de Estado, Esteban Lazo; el secretario de Organización del Comité Central del Partido, Roberto Morales Ojeda; la secretaria general de la FMC, Teresa Amarelle Boué; otras autoridades del PCC, combatientes de la gesta, entre otros.
Sin pudor alguno los actuales dirigentes del oprobioso régimen que esclaviza a Cuba celebran la entrada de Fidel en La Habana mientras el pueblo padece la crisis económica más aguda en décadas, un éxodo sin precedentes y se desespera ante medidas de choque para intentar recuperar la economía que van desde el encarecimiento de los combustibles, el gas de cocina, los alimentos básicos, el transporte y hasta la revisión de plantillas laborales.
Mientras, ahí sigue el cubano de a pie esperando un milagro que no termina de suceder, con la esperanza marchita, el estómago vacío, sin ilusiones y lo que es peor sin patria porque un día 8 de enero la perdió al ponerla en manos del infame Fidel Castro.