Leonid Lopez

De cómo se vuela hasta un sueño sin pasaportes

Describir aquello como sueño era faltar a la realidad. El sueño baraja posibilidades siempre propias, termina en unas pocas horas. Aquel momento era demasiado ajeno, como un animal extraño y confiado que se deja acariciar y luego aleja corriendo.

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De cómo calentarse sin hogueras

Hace frío. El frío no es engañoso, no se escurre cauto. Llega de golpe. Paraliza. Ensimisma. Me gusta el frío. Llegué un 30 de diciembre a Japón. Tenía puesto un abrigo raído y fino que no prometía cálidos momentos.

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Si te disparan sangras

Leonid Lopez

El barrio donde yo creci.

Yo crecí en un barrio de Ciudad Habana, Cuba, bien alejado del centro de la ciudad. Fue uno de los barrios formado por decenas de edificios rústicos que resolverían vivienda a miles de gentes pobre en los años 70 del pasado siglo.

Estos edificios fueron ocupados en un principio por militares de bajo rango y luego por personas que tras 5 años trabajando en brigadas de la construcción les otorgaron su apartamento. Entre los primeros bendecidos de apartamentos y los segundos hay cierta diferencia.

Los primeros fueron premiados por su labor en las Fuerzas Armadas a favor de la revolución triunfante de 1959 y los segundos tuvieron que ganarse a fuerza de duro trabajo su vivienda. Sin embargo dos cosas igualaban entrañablemente a los dos grupos.

Ambos deberían recibir aquellas viviendas como un regalo bondadoso de la revolución y además debían tener un expediente laboral y moral que hablara a favor de su entrega a la revolución.

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Un solo pajaro de alas rotas

Leonid Lopez

Concierto de Manu Chao en La Habana.  Foto: Caridad

Localizados al parecer en el ala izquierda del pájaro político, que no es muy ágil y la mayoría de los días se alimenta de rapiña, están los conciertos de Juanes y Manu Chao.

Uno dedica su concierto a la paz y el otro al Che.

Lo primero que me pasa por la cabeza es lo bueno que la gente en Cuba tenga dos conciertos para divertirse que bien le viene a cualquiera en cualquier parte.

Lo segundo, olvidándome de los cielos que surque el pájaro político, es lo bueno de que haya espacios para otra música, otros espectáculos con otros colores y hasta olores diferentes.

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