Una vida simple es una vida feliz
No tengo idea de por qué sucede en realidad, sin embargo, recientemente me he encontrado reflexionando sobre el materialismo.
No tengo idea de por qué sucede en realidad, sin embargo, recientemente me he encontrado reflexionando sobre el materialismo.
“Entonces… se va a casar con un gringo, aquella …”, dije, mientras conversaba con un conocido de mi edad, cuando me dio un aventón en su Honda.
¿Somos una generación de completos idiotas? ¿Cómo será recordado mi generación? ¿Por alguna cosa de valor? ¿Algo notable o, al menos, admirable?
Las hondureñas me han confiado algunas cosas realmente horribles y desgarradoras. Experiencias desagradables y perturbadoras.
Según ellos, es la tierra de las oportunidades, donde uno simplemente cruza la frontera, consigue un trabajo de manera inmediata y gana mucha plata…
La soledad es algo que no es fácil de superar. No es nada fácil… Alguien dijo una vez: “La soledad es la última pobreza”. Quizás lo es.
Honduras me ha bendecido (por muy difícil que resulte a veces) para poder ver y vivir su realidad como lo hace el hondureño.
Es un ambiente de risa, tranquilidad y satisfacción, el que abunda en las comunidades garífunas de Tela, un viejo puerto en la costa norte de Honduras.
El que ha estado hambriento, sabe lo que es vivir así, por lo tanto, no se lo desea a nadie más. Y así es el hondureño como tal, noble y profundamente cariñoso.
Es una escena patética. Los tres traficantes, mis vecinos, me habían invitado a “relajarme”.