Mi Círculo Social

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Baño en el mar.

HAVANA TIMES — A raíz de una actividad por el día de los niños, me interesé por el círculo social que, como trabajador del sector de la Salud, tengo derecho a asistir.

Debe partirse de los años ´50 del pasado siglo, cuando existían en este país clubes que tenían instalaciones para el baño en el litoral del barrio habanero de Miramar y otras actividades recreativas.

A los cubanos nos enseñan en las escuelas que estos eran centros privados y símbolos de la exclusión de la mayoría menos favorecida de la sociedad. Y que gracias a la Revolución, que los nacionalizó desde los primeros tiempos, hoy todo el pueblo los puede disfrutar.

Algunas personas mayores te matizan un poco esta imagen. No solo existían los clubes de ricachones exclusivos donde para ingresar, además del dinero, había que lucir de raza blanca.
También se podía encontrar clubes propiedad de determinados sindicatos, y los trabajadores del ramo respectivo podían ser socios.

El caso es que todos fueron nacionalizados por el gobierno establecido después de 1959. Ahora estos círculos trabajan asignados a los distintos sindicatos que se agrupan bajo la sombrilla de la central oficialista del trabajo.

El círculo social obrero (CSO) Otto Parellada viene a ser el correspondiente a los trabajadores de la salud. Es este club el que nos toca y al que podemos ir. No al que está a su izquierda, que creo está asignado a una rama de la industria; menos aún al de su derecha, dedicado a los miembros de las fuerzas armadas y sus trabajadores civiles.

Zambullirse en el mar es una de las mejores y más sencillas opciones recreativas en Cuba. A nosotros, las playas de Santa María nos quedan a 3 horas en autobús, y los pedazos libres de litoral cercanos a nuestra casa son de un “diente de perro” incomodísimo.

El CSO Parellada nos queda bien cerca. Su pedazo de litoral, sin llegar a ser playa, es mucho más cómodo que el diente de perro, pues el fondo rocoso es mucho menos áspero y lo tachonan algunos parchecitos arenosos. Al agua se llega por franjas escalonadas de hormigón, con algunos sectores derruidos por la fuerza del oleaje, a lo largo de muchos años.

Dos espigones se internan una treintena de metros en el mar, brindan cierto amortiguamiento a la marejada y ofrecen otros accesos al agua. A algunos metros de esta se extienden unas áreas de arena con sombrillitas y existen los esperados puntos de ofertas gastronómicas básicas.

Además de la playa, hay unas canchas de pelota vasca, una de voleibol de playa y se pueden alquilar otros juegos de mesa. Para los sábados por la noche, es posible reservar una mesa en un gran salón, que cuenta con un consumo de platos ligeros y un poco de bebida y se puede bailar un rato.

Piscina con cercas.

La pasamos bien el primer día, así que me embullé. Pasé el pedacito de burocracia requerido para asociarme a “mi” club, y empezamos a ir de vez en cuando. Habremos ido siete u ocho veces en este verano en total. Ahora, veamos qué malagradecido soy, que voy a empezar a quejarme.

Ahora que acabó oficialmente la temporada vacacional, ya no puedo acceder más al CSO. Hasta el mes de julio del próximo año, los trabajadores que somos los socios y “dueños” de este club, ya no podemos presentarnos a la puerta, mostrar el carnet y entrar libremente.

Esa posibilidad solo se nos abre en los meses de julio y agosto. El resto del año, solo se reserva para actividades organizadas y asignadas centralmente por mecanismos relacionados con la administración burocrática de los asuntos de este país.

Si soy tan insensato que quiero ir a la playa en esos meses de abril, mayo y junio en los que hace tanto frío en Cuba y cae nieve, tendré que dispararme tres horas de autobús hasta Santa María o el diente de perro de la calle 70.

Pues sí, como vemos, mi “propiedad” solo es mía durante julio y agosto… y no todos los días. Cómo puedo ser tan cruel, que aspire a que los empleados de “mi” club trabajen todos los días de esos dos meses, para mí, sin descanso. Si se nos antoja en familia, si Rogelito me lo exige, darnos un baño de mar un lunes durante esos meses: al diente de perro de 70 o las tres horas de autobús.

Entonces, de martes a domingo en julio y agosto, el CSO nacionalizado “para mí”, está a mi servicio… en cierto horario no muy extenso. Abren a las 9 am, cierran a las 4pm, ni un minuto más.

En mi carácter de “dueño”, me corresponden para el baño de mar en el CSO las horas del día de mayor fuerza de la irradiación solar que en nuestro clima. Como se sabe, tal intensidad sobrepasa un poquito lo recomendable para la buena salud. A los que nos apetece el baño cuando el sol es un poco menos violento… ya saben lo que nos toca.

Un par de lindos detalles más para aquilatar bien el privilegio que tengo al ser “dueño” de este CSO. Cuando dije presentarme a la entrada, no me refería a la puerta principal. A los trabajadores comunes del sistema de salud nos toca el portón lateral de servicios.

Y una vez dentro, lo que primero se encuentra uno, es otra evidencia de que el club tiene una segunda categoría de “dueños”, pero más elevada que la mía.

Allí existen también un par de piscinas aisladas con una cerca muy seria y una puerta donde severos guardias permiten entrar a los dueños “de primera” y nos mantienen alejados a los dueños “de segunda”.

Los trabajadores del CSO son corteses y lo tratan a uno amablemente, pero cumplen ciertos reglamentos estrictos. El acceso a la piscina es por mecanismos de reservación que se escapan de las posibilidades del trabajador simple.

El secretario sindical del centro donde uno trabaja podría pugilatearle a uno tal vez esos accesos, pero tendría que atravesar varios calvarios burocráticos que parecen establecidos para convencernos, a los dueños “de segunda”, de que nos alejemos de ahí.

En otra situación, tales evidencias de tu estado de inferioridad bastarían posiblemente para convencerte de que no eres bienvenido y te vayas. Pero ya hemos contemplado que las alternativas no son buenas.

Aún excluido de la parte VIP de “mi” club, aún en horarios restringidos durante los días y meses del año en que se dignan dejarnos entrar por la puerta de los criados, no nos dejamos amilanar y disfrutamos del amplio, azul y libre mar.

5 thoughts on “Mi Círculo Social

  • Tengo, vamos a ver, tengo, lo que tenia que tener.

  • Pues mira, que yo pense que el que te tocaba era el Club Habana. Para entrar alli basta con ser miembro del Partido? De la CTC, CDR, UJC, etc? Por favor, que alguien me haga saber cuales son las condiciones, me quiero apuntar.

  • Lo mejor de la foto es que Rogelito está enorme y lindísimo, y que se le ve muy feliz en compañía de su papá.

    Insiste Rogelio, pide acceso a las piscinas.

  • Que desproposito…
    Rebelión en la Granja: Todos son iguales, pero algunos son “más iguales” que otros! :-(
    Ni hablar del acceso a los cayos, algunos de los cuales incluso han sido amablemente cedidos a jeques adinerados que salvaguardan económicamente puntuales urgencias millonarias del estado. Así vamos… Es como en los años 50, solo que las porciones de litoral “privado” ya no se limitan al tramo pedregoso de La Habana. Ahora eso incluye cayos y playas vírgenes… y yo pregunto: ¿Estábamos peor antes?

  • Rogelio hace un tiempo, años quizás, en tu blog escribiste sobre aquella excursión playera que termino en la playita de 110, y yo te escribí sobre que los circulos sociales hacían lo mismo que cuando eran privados; y te reproché o algo parecido, que no te hicieras la pregunta adecuada, por qué toda la costa no es de los cubanos, por que alguien puede ponerle una valla y decir esto mio, porque no es solo el acceso a las instalaciones deportivas lo que se limita, esos circulos no permiten acceder al mar. Mismas estructuras de antaño con nuevos administradores, ese fue el aporte de la revolucion en esa area; y en la residencial, muy cerca de alli, los jefes comunistas se hicieron con las suntuosas mansiones de la antigua clase pudiente habanera, asi cualquiera se va de progre.

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