¿Quieren militarizar las escuelas de Cuba?

Por Amrit

Kabir a los 13 años.

HAVANA TIMES, 17 ene — A pesar de que resolví hacer una tregua en mis artículos con relación al tema de la educación en Cuba, hay un texto que sí considero vital.

Escribirlo me ha costado más de lo que suponía porque está tan lleno de escabrosos detalles que sólo evocarlos me agota. Pero es cardinal para sacudir una inercia que se ha vuelto peligrosamente larga.

Todo comenzó para mí el día en que mi hijo Kabir, a sus nueve años, decidió que su pelo ¡creciera libremente…! Así de simple. Le expliqué a su maestra que no lo llevaría a la fuerza a un barbero, que no me convertiría en su verdugo por algo que yo misma considero absurdo. Ella no estaba de acuerdo pero carecía de argumentos para convencerme.

No hubo una reacción violenta hasta el curso siguiente, cuando Kabir estaba en quinto grado y la hostilidad de la maestra se extendió a una segunda y una tercera, en la misma primaria.

Claro que tampoco encontramos apoyo en la dirección. La psicóloga a la que recurrí en mi desesperación me aconsejó que lo cambiara también de escuela. Es remarcable mencionar que cuando yo preguntaba a las tres maestras si mi hijo presentaba problemas académicos o de disciplina, confesaban que no.

Por supuesto que presenté una queja en el Municipio de Educación, pero el resultado fue el mojigato sondeo de una inspectora que me aseguró: “Las maestras están en observación.” Con el déficit actual de docentes, los maestros gozan de una impunidad casi absoluta.

Confieso que en medio de tanto hostigamiento yo misma recurrí a una mentira que nos trajo cuatro años de aparente alivio: argüí ante la directora que el largo del pelo de mi hijo obedecía a una promesa (religiosa) por cuestiones de salud.

Por supuesto que éste argumento fue acogido con mucho más respeto. En sexto grado la dirección de la escuela de turno sólo me pidió que firmara un papel donde yo me responsabilizaba de que él luciera “diferente” de los demás.

APARECE UN ALIADO

Estando Kabir en octavo grado, ingresó a su secundaria 7 de noviembre, de Alamar, otro alumno que llevaba melena y cursaba el mismo grado. Tal vez los lectores recuerden un post de la colega Regina Cano titulado “Sebastián y tener el pelo largo en Cuba.” Sí… ese nuevo estudiante era justamente Sebastián, que ingresó con grandes obstáculos a esa escuela y traía una larga estela de batallas y victorias por la misma causa.

Kabir when he was eleven.

Al finalizar la secundaria, los padres de Sebastián lo animaron a que se cortara el pelo para que al menos la entrada en el próximo colegio no fuese un escándalo. Aunque él había optado por la carrera de PGI (Profesor General Integral) y Kabir por el preuniversitario, coincidieron en la misma institución: la escuela Lázaro Peña, en Alamar.

Aquí comenzó una batalla más feroz que las anteriores. Ahora refuerzan el Reglamento Escolar con una larga y detallada resolución ministerial que exige no sólo el corte militar en los varones sino que las niñas lleven el pelo recogido con felpas de colores específicos, establece medidas exactas en la falda y ¡hasta en el ancho de mangas de blusas y camisas!

Al segundo día exigieron a Kabir que fuera con sus padres y esta vez la dirección no aceptó ningún argumento. Como yo estaba ya inmersa en la burocracia de mi viaje a Francia, lo convencí de que ceder, al menos momentáneamente, era lo más sensato.

Fue un día triste, recuerdo que cerró los ojos y dejó que yo fuera cercenando con la tijera. Cuando se miró al espejo su reacción fue un abatimiento que lo hizo aislarse en su cuarto y dormir durante más de veinte horas. Mi esposo y yo acudimos a un amigo psicólogo para que nos orientara cómo ayudarlo a salir de esa crisis. La tonsura impuesta fue para él una especie de bautismo: salió de la experiencia convencido de que prefiere su imagen con el pelo largo y la va a defender a cualquier precio.

El tiempo de mis trámites de viaje fue suficiente para que su cabello creciera, ¡imagínense!, el Reglamento Escolar parece estar reñido con la naturaleza. Así que Kabir y Sebastián fueron sacados en plena clase y se les prohibió la entrada a una escuela que se habían ganado oficialmente.

La madre de Sebastián, Lourdes Rojas, licenciada en filosofía, una mujer de convicciones férreas y una voluntad aplastante, me dijo que hiciera mi viaje con toda tranquilidad, que ella se encargaría del asunto.

LA VICTORIA

Estando yo en Saint Etienne, una ciudad ubicada al suroeste de Francia, y gracias a la magia del Internet me enteré de la reunión que tuvo lugar para resolver “el problema,” en la sede de Educación Provincial, en el Vedado.

Kabir

La primera reacción (¿o estrategia?) de los funcionarios fue advertir que sólo podía entrar un padre por cada adolescente y todos por separado. ¿La razón? Que la institución es un lugar “importante” que allí visita el presidente Raúl Castro…

La respuesta de Lourdes fue que entrarían todos o no había reunión, que allí debían estar presentes cuatro adultos pero por cuestiones de trabajo la madre de Kabir estaba en ese momento fuera del país.

Esta vez fue la institución la que cedió. Como no estuve presente sólo he podido recoger las versiones de los padres de Sebastián, de mi hijo y mi esposo… pero todas coinciden en que el debate transcurrió en un ambiente de tolerancia mutua.

Presidía el encuentro Marisel Rodríguez, Directora Nacional de Preuniversitario, del Ministerio de Educación. Luego del inicial intercambio de argumentos, Lourdes le preguntó a Marisel Rodríguez si ella tenía la autoridad jurídica para impedir a los estudiantes ejercer su derecho al estudio, un precepto estipulado en la Constitución de Cuba. Después de varias evasivas la Directora se vio forzada a admitir que no.

Luego entraron a la reunión Sebastián y Kabir. Se les preguntó por qué querían tener el pelo largo. Sebastián dijo que personalidades que él admiraba como el Ché y John Lennon, usaban melena y que uno tiende a imitar a los que admira.

Kabir respondió que él también sentía admiración por figuras que llevaban el pelo largo como artistas, pero además sus padres practican un tipo de meditación y él ha observado que los grandes Maestros espirituales tienen el cabello largo.

La conclusión fue que los alumnos no pueden ser obstruidos en su derecho a estudiar, que sacarlos de la escuela fue una mala estrategia, pero el “derecho a dejarse crecer el pelo” no estaba aún definido y el asunto sería “elevado”…

ABAJO LOS NO SE PUEDE

Los jóvenes nacidos en los años noventa no conocen este animado ruso que otras generaciones de niños cubanos vimos repetidas veces en la televisión. En la historia hay dos personajes: “Se puede” y “No se puede,” que son veladores del orden y resultan boicoteados y expulsados de la ciudad. El resultado de su ausencia es un caos total.

Kabir after the tonsols.

Pero mi analogía no llega hasta ahí. Más bien quiero señalar que es posible echar abajo algunos “No se puede” que han sobrevivido gracias a la sinrazón, a los prejuicios, al oportunismo… La suma de montones de miedos que puede perpetuar una ilógica que nadie se atreve a cuestionar y conforma esta inercia de la que todos somos responsables.

Me gustaría hacer una encuesta entre los niños y los adolescentes varones de Cuba. Estoy segura de que los que quisieran tener la oportunidad de decidir cómo llevar su pelo, sería altísima.

Es aberrante que a la institución le preocupe más la apariencia física que las secuelas psicológicas que dejan la coacción y el acoso, en una edad tan frágil donde cualquier impresión puede enraizar muy profundamente y generar graves conflictos de personalidad.

Según Lourdes Rojas, la madre de Sebastián, cuando se instituyó el uniforme estudiantil en Cuba, el diseño escogido seguía los dictámenes de la moda del momento (los años setenta) y ella misma participó en un desfile de pasarela donde los alumnos exhibían su uniforme con sincera alegría, y a la que asistió el propio comandante Fidel Castro. Cito este comentario porque el largo del pelo se considera parte inseparable del uniforme.

En la historia de la humanidad el pelo largo en los hombres ha sido práctica común, por tendencias sociales o por simple funcionalidad. Desde en los rudos vikingos hasta en nuestros mismos antepasados aborígenes o en los rebeldes de la Sierra Maestra.

El pelo corto entró en boga después de la Segunda Guerra Mundial, gracias a los primeros héroes del cine y este canon se propagó casi a nivel mundial. Todavía hoy tiene gran influencia, incluso en países “democráticos” por la imagen tan difundida del ejecutivo imberbe y de cabello muy corto, paradigma del hombre de éxito.

¿Por qué este mismo canon se impone en las escuelas de Cuba casi como una cuestión moral? ¿Por qué si el diseño del uniforme escolar no ha variado desde los años setenta, se impide a los estudiantes adaptarlo al menos según la moda de turno?

¿Por qué el Ministerio de Educación no ayuda a los profesores a centrarse en la calidad de sus clases, en cómo motivar los alumnos al estudio, en intentar despertar en ellos verdaderos valores humanos, en cooperar con su desarrollo psicológico pleno?

¿Por qué se les impone esa cacería ridícula de colores de felpa, de medidas en el pelo o la ropa que se instituyó sólo “para evitar entre los estudiantes diferencias de clase?”

Diferencias que ya todos sabemos existen y se manifiestan en la calidad de zapatos y mochilas, en la merienda que llevan o en la ostentación de ipods, PSP (Playstation portatil) o teléfonos móviles…

Ostentación que crece alarmantemente y pulula junto a los piercings, tatuajes y prendas que los pobres docentes tienen también la obligación de detectar y censurar.

Esa, junto a los bajos salarios, debe ser una razón de peso para el cansancio de los maestros, para este éxodo de profesionales de la educación que se intenta frenar con más restricciones, ahora en el campo de la migración.

Hace un tiempo escuché el comentario de una mujer acerca de un acto transmitido por la TV Cubana donde se galardonaba a profesionales del Ministerio de Educación:

“¿Por qué los premian con medallas y diplomas? ¿Por qué no los premian con lo que han producido? ¡Esas generaciones que no respetan nada, esa juventud sin valores de la que nos quejamos tanto…!”

4 thoughts on “¿Quieren militarizar las escuelas de Cuba?

  • Estoy convencido del respeto hacia la personalidad de las personas, esto por supuesto incluye a los niños pero aun asi creo que existen limites, limites para el largo o el corto de una saya de niña de secundaria, limites para las mangas, y por supuesto limites para el largo del pelo… soy un joven y entiendo, pero estamos hablando de niños… no creo que todas las conductas a imitar son buenas.. y no creo tampoco que sea correcto que una niña de secundaria asista a la escuela con saya corta en extremo que parezca exactamente eso que nadie quiere que parezca, o que un alumno tenga una camisa con unas mangas tan cortas que parezca un desmangado… creo que todo tiene limites y los niños deben tenerlos.. creo que tener el cabello largo no es malo.. pero todo en extremo hace daño aveces a los hijos, aveces a los padres, …….los niños no son adultos aunque algunos queramos tratarlos como tal….

  • Si existe consenso entre los padres de todo el país sobre el abandono del uso del unifome escolar, y se llega a un acuerdo con las autoridades educativas en ese sentido, entonces existirá alguna esperanza de que cambien las cosas. De lo contrario, todas las quejas aquí contenidas, y otras similares, serán puro pataleo. La existencia de un uniforme escolar implica acatar ciertas normas, y esto no es exclusivo de Cuba. En cualquier centro escolar del mundo donde de imponga su uso, así será. Y ello incluye accesorios y la apariencia general del educando. Con todo, es positivo constatar que ahora las autoridades docentes al menos tienen la paciencia de discutir el tema. A principios de los 70, muchos de los entonces estudiantes de la escuela de arte San Alejandro y el conservatorio García Caturla, que proponíanos una flexiblización de esos mismos rígidos cánones, salimos como bola por tronera por convocar, y conseguir, una reunión de “factores” con semejante planteamiento.
    En cuanto a lo de “militarizar” las escuelas, me parece un tanto hiperbólico. Esa etapa, por suerte, quedó bien atrás para los cubanos, con la salida del incombustible Gallego Fernández del ámbito educacional.

  • Amrit, creo que deberías educar a tu hijo de la forma que el quiera, es obvio que la escuela cubana lo va a chocar siempre, porque tiene cabeza propia, así que si se adapta a esto, después vendrá ceder ante otra cosa, otra, otra y así hasta que llegue el servicio militar obligatorio.
    Pregúntale a tu hijo si quiere recibir la educación de la parte académica en casa, creo que saldría ganando.
    Isidro “La existencia de un uniforme escolar implica acatar ciertas normas, y esto no es exclusivo de Cuba” pues resulta que el mundo está jodido brother, acaso piensas legitimar la coacción que es ya universal?
    La forma de usar el cabello, vestirse, hablar y demás debe partir desde la iniziativa del individuo, que asume instantáneamente su responsabilidad, ya que es su vida y la de nadie más.

  • Ojo, Caín, que no “legitimo”. Sólo reconozco lo que existe. Por eso al principio dije que si los padres desean que se derogue el uniforme y otras regulaciones, deberán actuar más enérgicamente, exigiéndolo, o negociando con las autoridades docentes, hasta que se alcance un acuerdo. Como la Lourdes de esta historia. Ni el uniforme ni las normas caerán por su propio peso. Tampoco por la protesta de un solo padre. Una golondrina no hace verano.

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