Los trabajadores cubanos después de la Revolución

Por SAMUEL FARBER

(El segundo de seis fragmentos del libro Cuba Since the Revolution of 1959 )

Foto: Mitchell Livingstone

HAVANA TIMES, 7 dic — La huelga general que tuvo lugar inmediatamente después de que Batista abandonó el país en las primeras horas del 1o de enero de 1959, no fue una acción clasista, sino una acción nacional convocada por Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio. Prácticamente toda la población apoyó la huelga, incluyendo los burgueses cubanos y la clase media que todavía disfrutaban de su  “luna de miel” con el gobierno revolucionario.

La huelga de enero de 1959 fue la póliza de seguro de los rebeldes contra cualquier golpe de Estado que hubiera tratado de impedir que ellos lograran la victoria total. La huelga se convirtió en una fiesta nacional cuando, durante toda una semana, decenas de miles de personas se alinearon en las calles para saludar a Fidel Castro y al Ejército Rebelde en su lenta procesión desde el oriente de la isla hacia La Habana.

Poco después explotó una gran ola de conflictos laborales y huelgas a través de todo el país que expresaron las frustraciones políticas y económicas de la clase trabajadora que había estado reprimida durante los años de Batista, así como las expectativas que había generado la Revolución.

Entre los muchos conflictos laborales hubo paros en 21 centrales azucareros por demandas de salarios. Los trabajadores despedidos de los ferrocarriles y aquellos que habían perdido su trabajo en una fábrica de papel que había cerrado en las cercanías de La Habana realizaron una huelga de hambre. Empleados de la Compañía Cubana de Electricidad, una empresa estadounidense, declararon una huelga de brazos caídos para demandar un aumento de salario de un 20 por ciento, y 600 trabajadores que habían sido despedidos de la compañía en los dos años previos se reunieron en el Palacio Presidencial para demandar ser reincorporados a sus puestos.7

Fidel Castro y el gobierno revolucionario intentaron resolver los innumerables problemas laborales que afrontaron durante este período afincados en una posición fuerte y clara a favor de los trabajadores. Medidas tales como la reducción sustancial de los alquileres urbanos, decretada en marzo de 1959, contribuyeron al desarrollo del radicalismo distributivo que caracterizó los primeros años de la revolución.

Como cualquier observador inteligente, Fidel Castro debió de haberse percatado que ese radicalismo era la clave del gran apoyo popular que el gobierno revolucionario había obtenido. En varias ocasiones, como expuse en el Capítulo 1, él había expresado su preocupación con respecto al tipo de conciencia que predominaba en la clase trabajadora. Quizás para anticiparse a los tiempos difíciles que se avecinaban, él trató “educar” a las masas para que le entregaran su confianza y dependieran del régimen en lugar de que lo apoyaran en la medida a la que les cumpliera con satisfacer sus necesidades.

A pesar de su gran temor de perder el control de la clase trabajadora, y muy aparte del temor que le tenía a la inestabilidad económica, Fidel intentó desalentar las huelgas. Su gobierno convenció al nuevo movimiento sindicalista revolucionario, dirigido por David Salvador, un ex-comunista que se hizo líder del sector obrero del Movimiento 26 de Julio en la lucha clandestina contra Batista, para que apoyara los esfuerzos de Fidel en esa dirección.

Foto: Sergio Leyva

Por su lado, los comunistas, que todavía mantenían una relación distante del gobierno, intentaron empujarlo en una dirección más radical. Aunque el PSP voluntariamente evitó llamar o incentivar las huelgas, incluso en los primeros días de la Revolución, adoptó la posición de que cuando las huelgas eran necesarias y justas ayudaban a la Revolución en lugar de dañarla. 8

La fricción entre Fidel Castro y el PSP aumentó cuando aparecieron reportes que varios comunistas habían apoyado algunas incautaciones “espontáneas” de tierras. Como respuesta, en una entrevista televisada el 19 de febrero de 1959, Castro claramente advirtió que toda persona implicada en la ocupación de tierras antes que se decretara la Reforma Agraria se consideraría como involucrada en una conducta criminal y perdería los beneficios de la ley. 9 Tres días después los comunistas se replegaron y acordaron “que era necesario poner un alto a las anárquicas incautaciones de tierra.”10

Poco después de que Batista huyó del país, los revolucionarios sindicalistas, muchos de los cuales estaban asociados con el Movimiento 26 de Julio y eran los mas numerosos y respetados, tomaron las riendas de los sindicatos.  Los nuevos líderes procedieron rápidamente a purgar a todos los partidarios de Eusebio Mujal – los burócratas “Mujalistas” que habían colaborado con la dictadura batistiana.

Rápidamente lanzaron una vigorosa campaña organizativa, que aumentó significativamente el ya considerable, aunque burocrático y corrupto, movimiento sindical. Y durante la primavera, se celebraron elecciones en cada local sindical del país seguidas por elecciones a nivel provincial y nacional. Esto resultó ser la expresión más importante de la democracia autónoma de base de todo el período revolucionario.

Foto: Silvia Corbelle Batista

Los candidatos asociados con el Movimiento 26 de Julio ganaron abrumadoramente mientras que los comunistas solamente lograron un 10 por ciento de los puestos sindicales (aunque algunos de los candidatos del Movimiento 26 de Julio que salieron electos eran simpatizadores comunistas). Los resultados de las elecciones sindicales de esa primavera resultaron ser muy congruentes con los resultados de una encuesta que el PSP condujo en 1956 sobre su influencia política en los sindicatos.

Azuzados por los resultados electorales, los comunistas decidieron dedicar un mayor esfuerzo para aumentar su influencia en la clase trabajadora organizada, lo que, como era de esperar, provocó muchos conflictos con sus oponentes políticos dentro de los sindicatos. Aún así, las elecciones, celebradas a principios de noviembre, de los delegados al X Congreso de la Confederación de Trabajadores de Cuba, que se celebró más tarde ese mismo mes, produjo resultados muy similares a los de las elecciones de la primavera.

Era claro cuando el Congreso comenzó, que la delegación comunista recibiría una paliza y sería excluida de la dirigencia de la confederación laboral. En ese momento Fidel Castro intervino de manera tal que el Congreso acabó aprobando una dirección diferente. Si bien hubieron sindicalistas comunistas reconocidos que se quedaron fuera de la planilla de la directiva, los llamados elementos unitarios del Movimiento 26 de Julio  cercanos a los comunistas y dirigidos por Jesús Soto recibieron las posiciones predominantes y de control.

Una vez que concluyó el Congreso, el Ministerio de Trabajo, bajo el control de Fidel Castro y apoyado por los líderes comunistas sindicales y los elementos “unitarios” cercanos a ellos, comenzó a eliminar un gran número de líderes sindicales que habían resistido la influencia comunista, acusándolos de “mujalistas”.11  Las purgas se realizaron a través de comisiones y de mítines  controlados y cuidadosamente organizados de antemano.

En lugar de realizar nuevas elecciones, cerca del 50 por ciento de los líderes sindicales, que en su mayoría pertenecían al Movimiento 26 de Julio y que habían sido elegidos libremente en las elecciones nacionales y locales de 1959, fueron destituidos. Muchos fueron perseguidos y también encarcelados.

Foto: Nicole Morre

Cuadros veteranos del PSP y sus colaboradores “unitarios” asumieron la dirigencia sindical. Fidel Castro y su gobierno revolucionario disfrutaban de tanto apoyo en 1959 y en 1960 que si se hubieran realizado nuevas elecciones cualquiera de los candidatos apoyados por él y su gobierno hubieran ganado sin lugar a dudas.12

Pero desde la perspectiva a largo plazo del líder cubano, la celebración de nuevas elecciones le hubiera permitido a los sindicatos mantener su autonomía. Las purgas le permitieron convertir a los sindicatos en una mera herramienta política en el momento en que él empezaba a acercarse políticamente a la Unión Soviética y a los comunistas cubanos.

En agosto de 1961, menos de dos años después del crucial X Congreso de la CTC, el gobierno aprobó una nueva ley que alineó la naturaleza y funciones de los sindicatos cubanos con los del bloque soviético. Conforme a la nueva ley, los objetivos principales de los sindicatos eran ayudar a lograr los planes de desarrollo y la producción nacional; promover la eficiencia y la expansión de los servicios públicos y sociales; mejorar la dirección de todos los sectores de la economía y llevar a cabo la educación política. 13

Unos años después se elaboró una Declaración de Principios y Estatutos Sindicales de la CTC sobre las funciones y deberes de los sindicatos como agentes del gobierno para imponer disciplina productiva. Los sindicatos debían establecer emulaciones socialistas y trabajos voluntarios, aplicar estrictamente la ley laboral, cuotas de trabajo, escalas salariales, y disciplina laboral; promover el aumento de la producción; mejorar la calidad de esta; reducir los costos y mantener los equipos; desarrollar conciencia política; y expandir las instalaciones culturales, deportivas y recreativas. 14

Finalmente, los sindicatos fueron consolidados en un número menor de sindicatos nacionales a los que pertenecían todos los trabajadores de una industria dada sin que importara el tipo de trabajo que desempeñaran. Su afiliación al sindicato era supuestamente “voluntaria”, una ficción convenientemente aceptada por algunos observadores foráneos que, de alguna forma, no notaron o reconocieron la gran presión coercitiva para unirse a las “organizaciones de masas” que existe en un estado monopartidista.15

El XI Congreso de la CTC que se realizó  en noviembre de 1961, no podía ser más diferente del que se había realizado dos años antes. La unanimidad sustituyó ahora a la controversia. Sin permitir ninguna oportunidad para que los candidatos compitieran por el voto, todos los líderes fueron seleccionados por aclamación. No fue sorprendente que el viejo estalinista Lázaro Peña retomara la posición de secretario general que había desempeñado durante los años cuarenta bajo el gobierno batistiano.

Para ahorrar en costos de producción, el XI Congreso también acordó renunciar a los beneficios que muchos sindicatos habían ganado en las luchas anteriores a la Revolución.  Así, se aprobó la jornada de ocho horas, añadiendo una hora más de trabajo a los sindicalistas que ya habían obtenido la jornada de siete. Los nueve días de paga por enfermedad, que anteriormente se cobraban automáticamente, sólo se le pagarían a aquellos que pudieran probar que estaban realmente enfermos. El pago extra de un mes que se realizaba como bono de fin de año también se eliminó.

Aunque a un nivel abstracto se podría argumentar a favor de algunos de estos cambios en un nuevo orden socialista, aquí se impusieron desde arriba con poca o ninguna discusión. No hubo confrontación alguna entre los cambios propuestos y los puntos de vista opuestos a estos de un gran número de trabajadores que no podían expresarse abiertamente, ni organizarse en apoyo de lo que pensaban.

Indudablemente los beneficios que los trabajadores habían obtenido de la Revolución, junto con el fervor revolucionario que prevalecía en el país, facilitaron en gran medida la habilidad del gobierno parar establecer su visión del papel que los trabajadores y los sindicatos debían desempeñar bajo su versión del socialismo.

Aún el drástico cambio de liderazgo que se implementó en el Congreso de 1961 no puso fin al proceso de borrar todas las huellas de un sindicalismo independiente. De los diecisiete líderes sindicales nacionales en 1959, solo cinco se mantuvieron en la dirección de los doce miembros “electos” a la conclusión del congreso de 1961. Pero cuando en 1966 concluyó el XII Congreso de la CTC, solo quedaba un miembro del Comité nacional de 1961. De los 25 dirigentes de las federaciones laborales de 1961, solo uno seguía en su puesto en 1966.

Después de 1961, varios líderes importantes de la CTC fueron removidos y otros fueron asignados, no por la propia CTC, sino por el Buró Político del Partido,16 sin el menor intento por mantener la formalidad y las apariencias. En todo caso, el cambio radical en el personal directivo en tan corto plazo de tiempo fue una reflexión auténtica del no menos drástico cambio que había ocurrido en el carácter  y funcionamiento de los sindicatos cubanos.

Foto: Carolina Sanchez

De hecho los líderes revolucionarios fueron políticamente muy francos sobre los cambios que implementaron en los sindicatos. El Vice Premier Raúl Castro declaró que “ayer” los sindicatos habían tenido que luchar continuamente para lograr ciertas ventajas, para obtener un poco más de las ganancias de los magnates, pero que la tarea que actualmente enfrentaba la CTC y los sindicatos era incrementar la producción, reclutar trabajadores voluntarios, incrementar la disciplina laboral, buscar mayor productividad, y mejorar la calidad de la producción.17

Como parte de una verdadera campaña “educativa,” implementada durante los primeros años de la década de los sesenta, “nuevos” líderes comunistas como Fidel Castro, junto con miembros de la “vieja guardia” comunista como Blas Roca, se dedicaron a repetir continuamente esas mismas ideas. 18

Como es de esperar, el carácter de los convenios colectivos de trabajo también cambió. En 1962, el Ministro de Trabajo publicó un modelo de convenios colectivos con instrucciones de cómo implementarlos a través de varios sectores de la economía. Este modelo seguía casi al pie de la letra las regulaciones soviéticas de convenios colectivos de trabajo publicados en 1947. 19

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Con respecto al derecho a la huelga, hay que señalar que durante los primeros cinco años después del triunfo de 1959, se aprobaron varias leyes para regular los conflictos laborales. La Ley de Justicia Laboral, aprobada en 1964 y promulgada  al comienzo de 1965,[20]no decía nada sobre el derecho a la huelga, siguiendo la teoría estalinista de que como los trabajadores eran los dueños de los medios de producción, ellos no podían hacer huelga contra ellos mismos.

En realidad el derecho a la huelga sólo se había mencionado de manera explícita en los reglamentos que se pusieron en práctica hasta 1960. En junio de 1961, Ernesto “Che” Guevara había sugerido la idea de que los trabajadores cubanos deberían acostumbrarse a vivir en un régimen colectivo y, por lo tanto, no podían realizar huelgas.21 Así  que no resultó sorprendente que la ley de 1964 no mencionara las huelgas, ni tampoco la Constitución “socialista” de 1976, aunque la Constitución pre-revolucionaria de 1940 había declarado explícitamente en su artículo 71 el derecho constitucional a la huelga.

Foto: Orlando Luis Pardo

Ciertamente el principal objetivo general de la ley de 1964 fue fortalecer la disciplina laboral e incrementar la productividad. La ley seleccionó para castigar no solo a los trabajadores que fueran hallados culpables de crímenes económicos como el fraude, sino también a aquellos que mostraran señales de haraganería, vagabundeo, ausentismo, falta de puntualidad y respeto a los superiores, o que dañaran los equipos.

La ley estableció una escala de violaciones con tres grados de castigo: penalidades ligeras, moderadas y serias. Las penalidades ligeras iban desde una simple advertencia hasta un pequeño descuento del salario. El castigo moderado incluía una rebaja seria de salario así como la transferencia a un trabajo diferente en el mismo lugar. Las penalidades serias iban desde el traslado a otro lugar de trabajo que podía estar situado lejos de la familia, hasta la pérdida del empleo. 22

A mediados de 1969, un poco más de diez años después del triunfo de la Revolución, el Ministerio de Trabajo anunció que el gobierno estaba preparando reglamentos para crear un “expediente de trabajo,” o tarjeta de identidad laboral que cada trabajador cubano tenía que portar. Los líderes de los sindicatos oficiales no discutieron el borrador original; al final les dieron la oportunidad de contribuir con ideas sobre cómo implementar los reglamentos después de que se convirtieron en leyes en septiembre de 1969.

El expediente laboral o la “biografía del trabajador,” como lo llamaba el Ministro de Trabajo, incluía los méritos del trabajador, como por ejemplo, el sobrecumplimiento de las metas de trabajo o de horas extras sin paga alguna, así como los deméritos tales como el ausentismo, la negligencia en el manejo de los equipos, y el incumplimiento de las normas.Este expediente también llevaba un record de las sanciones o castigos impuestos por cualquier organismo disciplinario o tribunal. 23

A pesar de todos los mecanismos de control que introdujo durante los sesenta para lograr que los trabajadores cubanos fueran más productivos, el gobierno consideró que no eran  suficientemente efectivos: el ausentismo aumentó a finales de los sesenta y alcanzó hasta un 20 por ciento de la fuerza laboral hacia fines de 1970. El 15 de octubre de 1970, el Ministro de Trabajo Jorge Risquet, quien se había formado políticamente como miembro del viejo PSP, propuso la Resolución 425, que de hecho era una ley contra la vagancia y el desempleo y que ordenaba colocar a los trabajadores no productivos en campos de trabajo.

Foto: Byron Motley

Desde el punto de vista del gobierno, esto era preferible a la prisión, pues los campos de trabajo lograban el doble propósito de contribuir a la producción y aislar a los “vagos”  para evitar que  ejercieran alguna influencia sobre los otros trabajadores. Antes de ser aprobada como ley, el gobierno la presentó para ser discutida públicamente, para obtener, supuestamente, la opinión de los trabajadores, pero en realidad el propósito era crear una campaña del gobierno sin interlocutores apoyando los objetivos y procedimientos de la ley propuesta. La campaña logró incorporar unos 100 mil hombres a la producción, lo que  a fin de cuentas era uno de los objetivos principales de la legislación propuesta.

Finalmente el 15 de marzo de 1971 el gobierno decretó la Ley contra la Vagancia. Según esta ley, todo los hombres entre la edad de 17 y 60 años debían trabajar una jornada laboral completa. Todo aquel que, sin justificación, faltara o dejara el trabajo durante 15 días o más, o fuera amonestado al menos dos veces por su consejo laboral, sería clasificado “en un estado pre-criminal de holgazaneria” mientras que aquellos que reincidieran en el ausentismo serían acusados por “el delito de holgazaneria”.

Las sanciones iban desde el arresto domiciliario hasta el internamiento en un centro de rehabilitación con trabajo forzado por un período que podía fluctuar entre uno y dos años. La ley también prolongó el período de encarcelamiento e incluso autorizó la pena capital por delitos graves tales como “sabotaje económico”. En cada caso los tribunales considerarían cuestiones como la edad, el expediente de trabajo y labor social que el acusado había realizado anteriormente, así como factores personales y familiares que pudieran haber afectado la conducta del culpable. 24  No sabemos hasta qué punto la ley se llevó a la práctica.

En ese entonces se hizo saber que la ley contra el ausentismo y los “vagos” había estado en estudio durante un buen tiempo antes de que fuera propuesta a finales de 1970 y aprobada como ley en la primavera de 1971. El preámbulo de ésta había sido escrito tan temprano como en el año 1968, pero no se decretó entonces porque los líderes del gobierno creyeron que se debían cumplir ciertos prerrequisitos antes de que se pudiera implementar con éxito.

Según el Ministro de Trabajo, estos prerrequisitos incluían (1) la erradicación total del sector privado, con la excepción de las pequeñas fincas, de forma que fuera imposible esconder el estatus laboral de una persona; (2) la creación del registro personal para cada trabajador, que se inauguró en 1969; y (3) un censo de población para tener la información exacta de la mano de obra por región, zona, y cuadra. 25

Samuel Farber

Notas:

7.     Hugh Thomas, Cuba: The Pursuit of Freedom (New York: Harper and Row, 1971), 1196.

8.     Blas Roca, “Huelgas o ‘no huelgas,’” Hoy, 10 febrero 1959, 1.

9.     Fidel Castro, Discursos para la historia (Havana: Imprenta Emilio Gall, 1959), 1:137.

10.   “Declaraciones del PSP: El PSP pide a los campesinos que impidan pro si mismo las ocupaciones de tierras; Considera innecessaria y peligrosa la Ley 87,” Hoy, 22 febrero 1959, 1.

11.   Si tal suposición fuera correcta, esta mostraría a Mujal como teniendo muchisimo mas apoyo en la clase obrera que los que apoyan al régimen cubano jamás han admitido. Desafortunadamente, algunos cientificos sociales que estudian a Cuba se han hecho eco de lo que el gobierno cubano ha mantenido en ese sentido. Vea, por ejemplo, Linda Fuller, Work and Democracy in Socialist Cuba (Philadelphia: Temple University Press, 1992), 47–56.

12.   Marifeli Pérez-Stable, The Cuban Revolution: Origins, Course and Legacy, 2nd ed. (New York: Oxford University Press, 1999), 72–73.

13.   Ley 962, 1 de agosto, 1961, en Gaceta Oficial (edición especial), 3 de agosto, 1961, citado por Roberto E. Hernández and Carmelo Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” en Revolutionary Change in Cuba, ed. Carmelo Mesa-Lago, (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1971), 212.

14.   “Declaración de principios y estatutos de la CTC,” El Mundo, July 6, 1966, citado por Hernández and Mesa-Lago in “Labor Organization and Wages,” 212.

15.   Un buen ejemplo de la incapacidad de entender la realidad del sindicalismo cubano se puede hallar de nuevo en Fuller, Work and Democracy in Socialist Cuba, 43–44.

16.   Jorge I. Domínguez, Cuba: Order and Revolution, Cambridge, Ma.: The Belknap Press of Harvard University Press, 1978, 271–72.

17.   Raúl Castro, Revolución, January 23, 1963, citado por Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 212–13.

18.   Fidel Castro, “Los buenos y los malos dirigentes obreros,” discurso del 15 de junio, 1960, reproducido en Diario Granma, 10 junio 2010, www.granma.co.cu/2010/06/10/nacional/
artic03.html; Blas Roca, “El nuevo papel de los sindicatos bajo el socialismo,” Hoy, 28 febrero 1962, reproducido en Granma, 16 junio 2010, 3; and Blas Roca, “La disciplina en el trabajo,” publicado como “Aclaraciones de Blas Roca,” Hoy, 1 julio 2010, y reproducido por Granma, 1 julio de 2010, 3.

19.   Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 218–19.

20.   Ley 1166, 23 de septiembre, 1964, publicada en la Gaceta Oficial, 3 de octubre, 1964, citada por Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 219–20.

21.   Ernesto “Che” Guevara, Revolución, 27 de junio de 1961, citado por Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 220.

22.   Julie Marie Bunck, Fidel Castro and the Quest for a Revolutionary Culture, University Park, Pa: The Pennsylvania State University Press, 1994, 136–37.

23.   Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 237–38.

24.   Bunck, Fidel Castro and the Quest for a Revolutionary Culture, 158–59; Carmelo Mesa-Lago, Cuba in the 1970s. Pragmatism and Institutionalization, Revised Edition, Albuquerque, New Mexico: University of New Mexico Press, 1978,  95.

25.   Maxine Valdés and Nelson P. Valdés, “Cuban Workers and the Revolution,” New Politics 8, no. 4 (Fall 1970): 44. Estos autores se basaron en la información que apareció en el Granma del 10 de septiembre de 1970.

 CUBA SINCE THE REVOLUTION OF 1959
A Critical Assessment
Copyright Samuel Farber 2011.
(www.haymarketbooks.org)

4 thoughts on “Los trabajadores cubanos después de la Revolución

  • Una verdadera clase de historia. espero la proxima

  • ¿seria válido proponer al colectivo de HT que analice la posibilidad de acceder a una copia digital -en version en español o ingles- de este libro y su socializacion gratis a traves de esta pagina u otros espacios? ello significaria una enorme contribucion -aunque ya estos fragmentos lo son en largo trecho- al conocimiento de la realidad cubana: todos sabemos que no son muchos los ejercicios de pensamiento sobre este periodo de tiempo de nuestra historia.

  • Un analizis inteligente y profundo, aun asi creo que la historia es compleja y es un iceberg que lleva muchas puntas y que no todas apuntan hacia la misma direccion, aunque no abarca todos los puntos de vista(que es algo casi imposible), creo que es un excelente articulo y que se debe leer con detenimiento. Gracias por el articulo y por compartir la bibliografia.

  • Estos fragmentos del libro de FARBER enseñan más que cualquier clase de historia de cualquier nivel. Felicidades al autor por un texto tan valioso y a HT por tener la posiibilidad de publicarlo. Lástima que tantos cubanos se quedan sin poder leerlo.

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