¿Revolución de linchadores? (I)

Dmitri Prieto

Muamar Gadafi. foto: wikimedia.org

Los videos donde aparece cómo fue linchado Gadafi son impresionantes y dan asco.

Dicen que el ex-lider de la Jamahirya, ese intento-engendro de Estado de masas que él mismo proclamó, murió de unos balazos mientras decía: “haram… haram.” Palabra árabe que significa algo así como “prohibido” ó “tabú.”

En boca de alguien, es una exhortación a que otras personas no cometan un pecado y al mismo tiempo una apelación a cierta empatía elemental. En un lenguaje más común, la traducción libre sería “piedad.” No le hicieron caso.

Un ser humano masacrado es un ser humano masacrado.  Aunque se trate de un asesino en serie.

El lector puede buscar en “Guerra y Paz” de Tolstoi o “Doctor Zhivago” de Pasternak escenas tremendas de cómo la furia asesina se apodera de la gente, y sobreviene la masacre.

En el caso de Tolstoi, incluso, se da una excelente caracterización psicológica del pensamiento oportunista que suele impulsar tales “hechos.”

Recordé entonces la retahíla de ajusticiamientos “revolucionarios” (*):

Carlos I, Inglaterra

Luis XVI, Francia

Nicolás II, Rusia

Benito Mussolini, Italia

Nicolae Ceausescu, Rumanía

Saddam Hussein, Iraq (¿fue “revolucionario” este ajusticiamiento?)

Muamar el Gadafi, Libia.

El último magnicidio, sin dudas, el más cruel y violentode todos.  Por su catadura moral, comparable con el de Mussolini (NB: quien escribe estas líneas es antifascista convencido): al Duce los partisanos lo colgaron de cabeza, al lado de su pareja, que llevaba vestido, y mientras pendía en la misma posición que el hombre con el que compartió lecho y causa, se podía observar su entrepierna. Fue objeto codiciado de burla de los italianos, y se imprimieron postales del suceso.

Por su lugar político en la sucesión de los acontecimientos árabes, lo de Gadafi se parece a lo sucedido con Ceausescu en aquel fatídico 1989 centro-este-europeo.

Los movimientos rumano y libio han sido los más violentos (por ahora) de la transición en Europa (post)”socialista” (1989) y de la “primavera” del mundo árabe (2011), respectivamente.

Pero al Conducatorul lo fusilaron (junto con su esposa), lo filmaron muerto y después al menos lo enterraron en una tumba que hoy lleva una estrella roja y una cruz ortodoxa (el gobierno de transición de Rumanía, salido –al igual que el libio- de una sub-fracción del gobierno anterior, ordenó inmediatamente la abolición de la pena de muerte, decisión a la que el ajusticiamiento previo le dio cierto matiz de “teatro de la crueldad”).

El líder/dictador libio, en cambio, fue literalmente linchado y su cadáver expuesto por días en un supermercado junto con el de un hijo suyo, hasta que empezaron a pudrirse. Algo absolutamente contrario a las costumbres musulmanas, religión que orienta enterrar casi inmediatamente a los muertos, preferentemente antes de que se ponga el sol.

Es duro, triste, cruel y espantoso el odio hecho suceso mediático.

Atacar ese odio no nos debe, sin embargo, privar de capacidad crítica, de preguntarnos cómo fue provocado, inducido, qué vivencias lo hicieron brotar.

Debemos estudiar los linchamientos, con todo el asco y dolor que implican. Como se estudia aquel terrible y ya casi olvidado genocidio en Rwanda, o ese, aún menos recordado, de Kampuchea.

Continuará…

(*) Llama la atención la ausencia del último emperador chino en la lista, que como sabemos por el correspondiente film de Bertolucci murió cultivando su jardín de flores en la capital. También fue miembro de una suerte de “foro de la sociedad civil” en la República Popular. El indudable honor que le corresponde a los revolucionarios chinos por no haber ajusticiado al último monarca del Celeste Imperio no debe obstar a que prestemos atención a los millones de muertos durante la llamada “Gran Revolución Cultural Proletaria”, probablemente el proceso político más sangriento (en números totales y de los conducidos en un solo país) de todo el siglo XX.

En Cuba, aún cuando hubo ajusticiamientos legales a partir de 1959, no hay nada equivalente a un magnicidio.

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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4 thoughts on “¿Revolución de linchadores? (I)

  • dimitri el CNT dice “dice” que los responsables del asesinato de gadafi serán juzgados.

  • he visto noticias que suponen incluso una posible sodomizacion de gadafi antes de ultimarlo. habria que ver la veracidad de ello mas, si fue asi se anade morbo en niveles astronomicos y es aun mas deleznable el hecho

  • Donde??quizas en Cuba?

  • ¿Trosky – México?

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