Hombres trabajando

Irina Echarry

El edificio donde vivo.

Llegaron con entusiasmo, con la seguridad que proporciona conocer bien el trabajo que se hace diariamente.   Eran siete hombres dispuestos a borrar de una vez las filtraciones del edificio.

Los vecinos los recibimos con alegría y la esperanza de que en pocos días (así nos dijeron en una reunión) quedarían atrás los años de humedad en las paredes, cabillas oxidadas expuestas al aire, la fachada del edificio despintada y algunos pedazos de balcones a punto de caer.

Decidimos unirnos para garantizar merienda a los trabajadores (su alimentación depende de la bondad de los vecinos del sitio que reparan), cada apartamento aportaba algo y así nadie sufría tanto; todo estaba muy organizado.

¿Será cierto? Llegó a preguntar mi madre cuando reconstruyeron el pretil que estuvo por muchos años en peligro de derrumbe.   Y esa duda nos acompañó los dos meses que duró el arreglo, como si esperáramos que sucediera lo mismo que la vez anterior.

En esta ocasión también hubo problemas.  Los trabajos estuvieron interrumpidos por diferentes causas: falta de materiales (cuando no era el cemento era el polvo de piedra o el gas necesario para fijar las mantas, incluso llegó a faltar el flameador), lluvias, disputas entre los constructores.

Esas disputas al parecer laceraron la “unidad” de los vecinos.   Hubo varios días de desasosiego pues no venía la brigada, faltaba una buena parte del techo por impermeabilizar y los comentarios crecían: que si el jefe de brigada golpeó a uno con una llave inglesa, que si mengano se fue porque prefiere estar en otro equipo, que si fulano estaba preso etc.

Solo fueron comentarios, al regresar los trabajadores no dieron ninguna explicación de su ausencia, solo prometieron que terminarían el trabajo.

Lo cierto es que el grupo se redujo, durante 15 días cuatro hombres encima de la azotea, bajo el sol, lucharon por terminar lo que habían comenzado hacía más de un mes.  Allí arriba sufrieron catarro,  problemas estomacales y por último uno terminó con dolor en la rodilla derecha.

El techo.

Pero los vecinos siguieron molestos o desentendidos, nunca más les dieron ni agua,  aquello de la “unidad” se había ido a pique.

Ya la brigada no está en el edificio.  Pintaron lo que faltaba, recogieron los andamios y ya no queda ni rastro de ellos.   También llovió y no cayó ni una gota dentro de mi casa, solo se  humedeció una esquinita de mi cuarto, pero en el aguacero siguiente ya no sucedió.

Aún así, el resultado no es totalmente halagüeño: no sabemos estar juntos.

Nadie sintió ni curiosidad por saber cómo sobrevivía esa gente en la azotea, sin comida, agua o una pastilla para sus dolores.  Mi madre y yo no podíamos estar tranquilas mientras ellos trabajaban para nuestro bienestar sin ninguna atención.   Entonces nos hicimos cargo de los almuerzos, unas veces mejores otras peores.

Es triste cuando las relaciones humanas llegan a ese punto: desde el principio los vecinos increpaban a los constructores con el tono de “sospecho que estás robando” y luego los contrataban para que hicieran trabajos personales dentro de sus casas con los mismos materiales destinados para la cubierta y la fachada del edificio.

Los de la brigada no se sintieron obligados en ningún momento a dar cuentas de su mal o buen trabajo, de la falta de materiales, de sus ausencias, del cobro de “favores” a los demás edificios de la cuadra (favores que realizaban con el mismo cemento o  pintura asignada al nuestro).

Pero lo peor fue dar la espalda a seres humanos que aunque hagan trampas, trabajan para mejorar nuestra vida.

Irina Echarry

Irina Echarry: Me gusta leer, ir al cine y estar con mis amigos. Muchas de las personas que amo han muerto o ya no están en Cuba. Desde aquí me esforzaré en transmitir mis pensamientos, ideas o preocupaciones para que me conozcan. Pudiera decir la edad, a veces sí es necesario para comprender ciertas cosas. Tengo más de treinta y cinco, creo que con eso basta. Aún no tengo hijos ni sobrinos, aunque hay días en que me transformo en una niña sin edad para ver la vida desde otro ángulo. Me ayuda a romper la monotonía y a sobrevivir en este mundo extraño.

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2 thoughts on “Hombres trabajando

  • Soy lector de Havana Times hace poco, pero me parecen curiosos los textos que acá se publican, siempre dejando ver su parecer con respecto a la cotidianidad. Pues tu escrito bien pudiera dejar una lección para todo aquel que debe convivir en sociedad, y esta se resume en el dicho: ARRIEROS SOMOS Y EN EL CAMINO ANDAMOS.

  • Mi amiga Irina..lo que describe,es tipco de una sociedad Capitalista,se lo digo porque vivo en unos de ellos,cuando llugue aca empece a trabajar en una empresa electrica,la misma tiene la responsabilidad del montaje electrico…pero hay otras empresas el que monta las calefaccines ,los pintores ..los que ponen,paredes de Yeso..el que ponen los sanitarios el piso,son empresas diferentes! el sistema te vuelve “individualista!” y creo que por ese camino va Cuba..pero por la foto quedo chevere!! pero no te crea aqui la gente tambienroba materiales si deja una herramienta..al otro dia no aparece,se roban los cables,Aunque tu vas a Mercado de construcciion y encuenras lo inresomil…creo qu epara “ahorrar” feliciades y enhora buena!! saludos!

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