Baracoa: ¿500 años de soledad? (I)

Por Lázaro González, Fotos: Marta Vecino

“Ella le hablaba de Macondo como del pueblo más luminoso y plácido del mundo.” -Gabriel García Márquez*.

El Yunque de Baracoa.

HAVANA TIMES, 12 abril — Muchos años después, frente a la hoguera, el cacique Hatuey habría de recordar aquella tarde remota en que conoció el Yunque. Baracoa era entonces un batey de veinte bohíos y caneyes de madera, yagua y hojas de palma, construidos a la orilla del río Miel, de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.

Lejos estaban los aborígenes locales de sospechar que en esta tierra asentarían los españoles poco tiempo después (en 1511) la primera villa de Cuba. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

Baracoa, el municipio de mayor extensión territorial de la provincia de Guantánamo, distante unos 1 100 kilómetros de La Habana, es uno de esos sitios que a ratos pareciera estar detenido en el tiempo. La población total es de casi 82 000 habitantes, equilibradamente divididos entre zonas rurales y urbanas. La densidad poblacional es muy baja: 84 habitantes por kilómetro cuadrado.

Los hermosos parajes que la naturaleza concentró en este rincón del mundo han alcanzado una resonancia internacional, que se multiplica este año por celebrar la primera Villa cubana su aniversario 500. Paisajes deslumbrantes, ríos cristalinos, cascadas, playas, piscinas naturales, maravillas de la flora y la fauna, tradiciones ancestrales, cultura ecléctica: enormes posibilidades para el turismo exhibe Baracoa, una plaza todavía insuficientemente explotada por la industria del ocio cubana.

La ciudad de Baracoa.

“Este aniversario 500 es una oportunidad para publicitar a Baracoa, que es poco conocida como destino turístico, falta promoverla más. Tenemos mucho potencial en el turismo de naturaleza, todo no puede ser playa. Baracoa tiene grandes encantos. Con cinco días no alcanza para conocer todas sus bellezas”, opina Olga Cantillo, desde hace 10 años jefa de departamento del Hotel Castillo, instalación insigne de la ciudad, junto al hotel La Rusa.

De seguro los más de 40 000 extranjeros que visitaron la ciudad el año pasado actuarán como promotores espontáneos en sus países. Es inevitable. Muchos de ellos retornarán, y más de una vez. Es difícil resistirse a los hechizos que graba este lugar en el carnaval de la memoria.

“Ahora nuestros principales clientes son los alemanes y holandeses. Un turismo directo que le aporta al hotel más del 25 por ciento de los ingresos -acota Cantillo-.

También tenemos grupos de franceses de la tercera edad que insisten en hospedarse aquí, a pesar de que estamos en lo alto de una colina. Los baracoenses somos muy hospitalarios y eso distingue nuestros servicios turísticos. Este es un hotel muy familiar, donde intentamos mantener las tradiciones. Defendemos nuestro arraigo: los bailes típicos, nuestra comida, la música.”

El cañon del Yumurí.

Baracoa posee cinco hoteles y nueve unidades extrahoteleras, capacidad que debe crecer este año cuando termine de ejecutarse un nuevo hostal. Más a largo plazo está prevista la construcción de otros dos hoteles en áreas del malecón de la ciudad. Róber Maresma, presidente del gobierno local, significa que Baracoa tiene un gran volumen de arrendatarios -más de 254 viviendas alquilan en ambas monedas-, “lo cual es una muestra de que hay potencialidad en ese sentido, amén de las ampliaciones que se están ejecutando. Pero las reservas del territorio en el turismo son inmensas”.

El incipiente desarrollo de la industria del ocio en Baracoa ha generado varios empleos, formales y no formales en este territorio. Muchos jóvenes han ocupado plazas en las instalaciones hoteleras, otro tanto se dedica a ofrecerles a los turistas mercancías y servicios ilegales, que no se adquieren por vía legal o son más baratos que los precios estatales.

Son algunas de las alternativas más socorridas para las nuevas generaciones, que no se entusiasman mucho con actividades productivas como la agricultura y la construcción. Sin embargo, se percibe en la juventud baracoense un fuerte sentido de pertenencia a su terruño que, presumiblemente, incide directamente en los bajos índices de emigración hacia otras provincias o países.

El Hotel La Rusa de Baracoa.

Arturo Legrá, joven técnico de cocina del hotel El Castillo, cuenta que su restaurante está especializado en comida típica de Baracoa, caracterizada por la notable presencia de los pescados, mariscos y la leche de coco, que ellos bautizaron como Santa Bárbara. No faltan en su menú exquisiteces de la dieta de nuestros aborígenes muy apreciadas por los turistas, como el calalú (mezcla de hortalizas, tallos tiernos con pescado o cangrejo y leche de coco), ajíaco, bacán (tamal de plátano), bollos de plátano, arroz con coco, pollo guajiro (sellado con carnes y maíz), entre otros.

Platos típicos de Baracoa.

“Nuestra cocina identifica al hotel internacionalmente. Usamos mucho el culantro, el ají picante, los chiles. Baracoa puede presumir de su cocina, mezcla de cuatro culturas culinarias: la aborigen, la española, la africana y la francesa. Nuestro sazón tiene un secreto que nadie revela, pero perdura”, agrega misterioso el maître.

Así son los baracoenses de chovinistas, enigmáticos, laboriosos, carismáticos, y mucho más de altruistas, amables y fraternos. Dueños de tanta riqueza espiritual como paisajística, que mucho les ha valido para contrarrestar a golpe de tenacidad una esgrimida fatalidad geográfica: la lejanía de la capital.

Cuentan que mucho antes de la fundación de la villa de Nuestra Señora de la Asunción (conocida desde entonces por su nombre indígena: Baracoa), cuando los indios aruacos se asentaron en la zona, procedentes de América del Sur, construyeron decenas de trampas y jaulas. En poco tiempo llenaron de tocororos, carpinteros, azulejos y negritos todo el batey. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan aturdidor, que algunos nativos se tapaban los oídos con cera de abejas para no perder el sentido de la realidad.

La primera vez que llegó la tribu del cacique dominicano Hatuey, cargando sobre sus hombros desnudos un vistoso burén (plancha de barro para cocinar tortas), todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar aquel batey perdido en el espesor de las montañas, y los forasteros confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros.

El Nengón Kiribá, ritmo típico de Baracoa.

CINCO CURIOSIDADES DE BARACOA

Primera capital del país: hasta 1515, cuando por decisión de su fundador, Diego Velázquez, se muda la capital a Santiago de Cuba por ser una ciudad más céntrica. Aquí residió también el primer Obispado por Bula dictada en 1518 por el Papa León X (Juan de Médicis).

–  La Cruz de Colón o la Santa Cruz de La Parra: atesorada por la iglesia parroquial Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, es la única que se conserva de las 29 que plantó Cristóbal Colón en sus cuatro viajes por América. Tras varios estudios de su ultraestructura y la prueba del carbono 14, se determinó que la madera era de la familia Uvilla, abundante en las costas y montes de las Antillas, y su origen se situó entre los años de 860 y 1530.

El Yunque: pequeña meseta majestuosa de 560 metros de altitud que, tras ser diseccionada por la erosión durante millones de años, semeja un yunque de herrero. Fue declarada Monumento Nacional en 1979 por sus valores histórico-naturales y constituye un faro geográfico para las embarcaciones que cruzan por el Canal Viejo de Bahamas. Es  un símbolo de la ciudad Primada.

Leyenda del río Miel: mito fruto del imaginario popular baracoense muy citado entre los lugareños para sentenciar: “Si te bañas en el río Miel, te quedas o vuelves”. Cuenta la maravillosa historia de dos adolescentes, Daniella y Alejandro, que huyen de la ciudad para evitar la expulsión a Francia de la joven, y se esconden en la ribera del río Miel, cuya voz escuchan los amantes

El Nengón y el Kiribá: ritmos tradicionales de las celebraciones campesinas en Baracoa, todavía vigentes en sus zonas rurales. Se dice que constituyen la célula primaria del son. Durante las fiestas se tocaba el Nengón, que es más lento y se baila en círculo, y para despedirlas el Kiribá, más animado y libre en la danza. 

 


* El inicio y el final de este reportaje en cuatro entregas constituyen un homenaje a la novela Cien  años de soledad, cuyo escenario, Macondo, comparte una misma esencia mágica con nuestra querida Baracoa.

One thought on “Baracoa: ¿500 años de soledad? (I)

  • si el cañon del yumuri ese de verdad que es como sale en la foto creo que voy a salir de mi cueva en la habana para visitar baracoa, parece que valdrá la pena.

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