Frank Delgado, entre presión y tolerancia

En el puente musical desde Cuba(*)

By Osmel Almaguer

Frank Delgado, derecha, con el Duo Buena Fe. Photo: almamater.cu

HAVANA TIMES, 8 marzo — Cantautor cubano.  Natural de Minas de Matahambre, Pinar del Río.  Pertenece al movimiento de la Nueva Trova, y comparte generación con Santiago Feliú, Carlos Varela y Gerardo Alfonso, entre otros.

Su música ha ido viajando a través de Cuba y el mundo de manera frecuentemente informal, como muchos han llamado: de boca en boca.  Sus canciones, aunque abordan gran cantidad de temas, reinciden en la crítica a los problemas diarios del país y el cubano común, según ha afirmado el propio músico: “Yo no sé cómo se hace un país pero sí se cómo no se hace.”

Se ha presentado en más de dos centenares de ciudades, en países de África, Europa y América Latina.  Ha compartido escenarios con Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Daniel Viglietti, Juan Carlos Baglietto, Fito Páez y sus colegas cubanos de generación.

Cuenta entre sus seguidores con varias generaciones de cubanos, no sólo por sus interpretaciones agradables al oído y repletas de cubanía, sino por sus composiciones inteligentes y porque, como el mismo se hace llamar, es un “cantante comprometido.”

La política de las instituciones hacia este interesante fenómeno de la música cubana ha pasado por diferentes estadios.  Desde la presión en sus presentaciones en vivo, hasta, y más recientemente, cierta tolerancia, pasando por sucesivas etapas de indiferencia y escasa promoción.

Frank cuenta con varios discos, dentro de los que destacan Trova – Tur (1995), La Habana está de bala (1998), El adivino (2001) y Mi mapa (2004).  Recientemente grabó su álbum Los Extremistas Nobles.

Trova-Tur

CD Trova-tur

Yo era un trova-tur en la Habana / filántropo de los basureros / y me pasé las noches y el alba, negra / cantando sólo para extranjeros.  / La moneda con que me pagaban / no cabía en ningún monedero / por eso cuando me registraban, baby / no podían encontrarme el dinero. / Yo era un virus tropical, / latinlover comunista / traficando con la revolución / y con sus puntos de vista.  / Mezcla de Eusebio Leal / con ministro sin cartera.  / Yo lo mismo citaba a Carlos Marx / que a Doña Lydia Cabrera.  Yo las llevaba al Malecón / y muy serio les mostraba / donde fue que desembarcó Colón / junto a Rodrigo de Triana.  / Y donde Hemingway pisó / adoquines de madera / y para colmo cantaba en La mayor / “Guajira Guantanamera.” / Eu falando portugués / pasaba por brasileño / pero fui sorprendido en un hotel / cuando imitaba a un porteño.  / Me viraron al revés, / me apuntaron en la lista / y me dijeron: si te quieres perder, / vuélvete a hacer el turista.  / Y Dios que es la inconsciencia de mi alma / me castigó por ser tarambana /  y un día de octubre en medio del viento, baby, yo me casé con una cubana.

Trova-tur nos relata las peripecias de un trovador en la Cuba de finales de los ochenta y principios de los noventa, en tiempos de Período Especial y de incremento del turismo; condiciones estas que dieron al traste con que muchos cubanos se dedicaran a una actividad conocida, y no sé porqué le llamarían así, como “jineterismo.”

Pero en el protagonista de esta historia, que bien podría ser autobiográfica, se unen el hombre intelectual y el mundano, en una mezcla interesante de adaptación a las condiciones que es una buena mezcla de cómo solemos reaccionar en situaciones límite.  El mismo trovador que a principios de los ochenta cantaba en peñas y tertulias, ahora se unía al pragmatismo finisecular que parecía abarcar el planeta en pleno, a propósito de la caída del campo socialista.

Ser un trova-tur implicaba convertirse en una especie de bohemio; sonreír y tratar de agradar a toda costa para obtener las migajas necesarias de parte de los turistas.  Para ser un jinetero, sin embargo, había que estar “en todas.”

Resultaba muy extraño, incluso al propio trova-tur, sentirse como una especie de parásito en un país en el que aún dominaba cierta moralidad socialista y rígida, de la cual también se aprovechaba el personaje, burlando a menudo a las autoridades.

Poco importaba si conocías o no a fondo la Historia de Cuba, como dice en un fragmento de la letra: Yo las llevaba al Malecón / y muy serio les mostraba / donde fue que desembarcó Colón / junto a Rodrigo de Triana.  / Y donde Hemingway pisó / adoquines de madera / y para colmo cantaba en La mayor / “Guajira Guantanamera.”

El disparate igual seguía produciéndole dividendos, así que fuera seriedad, fuera rigor profesional, porque llegaban los nuevos tiempos de sálvese quien pueda, y pueda quien más tenga.

La canción termina con una ironía que, vista desde la superficie, podría parecer un chiste, o una coletilla puesta para cerrar con simpatía, con la picaresca propia de los compositores cubanos.  Sin embargo, no olvidar que este pasaje final hace referencia a esa preferencia que comúnmente sentimos los cubanos por nosotros mismos, llegando a sentirnos, como dicen algunos, como “el ombligo del mundo.”

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(*) El Puente Musical desde Cuba: Este material es parte de una serie con el fin de promover la comunicación entre la gente de las diversas regiones del planeta.      Estaré utilizando una narración sencilla para hacer llegar al público interesado el mensaje que trasmiten esas canciones cubanas que por su escaso potencial comercial y las dificultades que supone su traducción, a veces permanecen en un estancamiento comunicacional, a pesar de ser verdaderas joyas de la cultura cubana.

One thought on “Frank Delgado, entre presión y tolerancia

  • Opino que no sobraría decir que Frank en una descarga de sus canciones en vivo es un exponente de la gracia fenomenal de un cubano de pies a cabeza, capaz de hilvanar jocosas anécdotas (reales o de ficción) con los temas de sus canciones y propiciar así un disfrute que más parece un rato compartiendo entre amigos, que haber asistido al concierto de un músico tan grande como es.

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